Intento ser optimista, en serio que lo intento. Y sin embargo… Echo la vista atrás a este año y no encuentro acontecimientos que apuntalen esa opción. Aquella monserga de salir mejores del achuchón pandémico se volvió del revés. El ataque de candidez autocomplaciente era de esperar, pero a la contra nos hemos pasado de frenada.
Los problemas más candentes y trascendentales siguen sin afrontarse de forma decidida y la llegada al poder de personajes siniestros, negacionistas o sencillamente fanáticos no augura nada bueno. El Reloj del Juicio Final nunca ha estado más cerca de la medianoche pero, a diferencia de cuando antaño la gente se preocupaba de ello hasta la psicosis, por efecto péndulo la despreocupación marca de la época parece desentenderse de guerras, bloques, callejones sin salida y sus consecuencias. Occidente se entrega a un sálvese quien pueda en forma de lucecitas navideñas y actividades recreativas “que nos merecemos”, mientras frívolamente vemos crecer la mala hierba del fascismo. Y discúlpenme el jarro de agua en estas fechas. Seguir leyendo: https://www.lanuevacronica.com/opinion/control-danos_168010_102.html?fbclid=IwY2xjawHkmphleHRuA2FlbQIxMAABHcrTb6mdy5hBO9v-NHK07H8eqLT7YGptZFUKgKNi-_o_5bNTcBVxdvuX3Q_aem_csBMsXeNyfyf2KC1FrSBXA
(Publicado en La Nueva Crónica de León, en una sección titulada "Las razones del polizón", el 29/12/24)
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