domingo, 20 de diciembre de 2015

Brindis




Cada año comienza antes. Y tal vez sea por ese motivo que, en cuanto percibimos su falsa pero apremiante inminencia, nos acomete una traicionera punzada de desazón y frenesí que no sabemos a qué atribuir. Arranca entonces un tiempo pautado y mecánico de acontecimientos irritantes y a menudo trabajosos que en nada ayudan a la supuesta serenidad y bonhomía que se le atribuye de manera gratuita, algo paradójica. Se suceden las zozobras y los desengaños, con propios, con extraños, con cosas y con sensaciones. Se acumulan los desencuentros y el desasosiego cuando debieran (tal como se afirma proverbialmente) sucederse las citas pospuestas y añoradas, los afanes cumplidos, las satisfacciones. Ansiamos productos que se ofrecen copiosamente a nuestra vista, en torno a los que nos amontonamos ávidos de una ilusión interpuesta, pues entregamos a su adquisición una buena parte de nuestra reciprocidad y alegrías que, además, gestionamos algo más sórdidamente de lo habitual, algo más hipocondríacamente.
En medio de las luces estridentes y los soniquetes simplones, los saludos y abrazos de cortesía, nos sentimos un poco más solos, más ajenos a cuanto se desborda alrededor entre buenas palabras que se desvanecen como el humo y saben, también, algo acres. Brindamos con un júbilo forzado por el calendario y nos atiborramos juntos para llenar la boca de lo que no sean reproches y evocaciones de días iguales a estos que no recordamos iguales a estos, momentos intercambiables y, a veces, hasta crueles.
Los niños chillan mucho cuando les hacemos caso y los mayores miran con tristeza hacia ninguna parte cuando nadie les ve. Suenan voces en las cocinas y se escucha el silencio en los salones, aunque en todas partes haya ruido. Se nos ocurre que en algún lugar alguien lo celebra como debe ser, porque sabe hacerlo. Es una idea bonita, y sonreímos al menos fugazmente, al imaginarlo. En ese instante, alzando la mirada, brindamos sin saber con qué. Pásenlo lo mejor que puedan.
(Publicado en La Nueva Crónica de León,  el 19/12/2015)

domingo, 13 de diciembre de 2015

Dislocación



 
Tiene razón el gobierno, pero no les entendemos. Lo que sucede es que creemos que tienen razón de forma instantánea, al tiempo que hablan. Pero no. Ellos van más allá, auguran y sentencian en otra dimensión. Y es que no tienen razón dónde y cuándo ellos dicen lo que dicen, sino precisamente en ámbitos de la realidad distintos y, a veces, distantes. Es un problema de dislocación espacio-temporal. Pasa mucho en los partidos políticos, especialmente si están gobernando. Por ejemplo, tenía razón María (y) Dolores de Cospedal: estamos dando el finiquito en diferido mediante simulaciones. Pero aquí lo que no advertimos era el tema. No hablaba de Bárcenas, sino del planeta (véase la cumbre de París sobre el clima), de los derechos sociales (“reformados” dicen), de los refugiados de oriente… de cualquier otra cosa que se les ocurra. Estamos dando finiquitos en diferido a cada minuto.
A veces lo que no cuadra es el lugar. Tiene razón Rafael Hernando, el portavoz del PP, solo que la tiene en la barra de un bar, mientras pisotea cáscaras de mejillones y se saca el palillo de los dientes para escupir. No allí, en el estrado del Congreso. Quizás en los bares se comporte como un gentleman. Quién sabe. El maestro de tales quiebros es el presidente, por algo es el presidente. Cuando tiene que estar debatiendo, juega al dominó, cuando se sube a un banco a dar un mitin debería estar con el logopeda, y cuando tendría que estar echando un futbolín con Bertín, está, en efecto, allí, que es otra manera de estar fuera de lugar. Por ese mismo motivo, se encuentra ahora, de nuevo, en campaña contra Zapatero. Aunque ahora se llame Pedro Sánchez. Ha cogido su DeLorean y se ha proyectado cuatro años atrás. De hecho, si dejamos aparte unos cuantos (millones) de personas que están mucho peor, las cifras del país se parecen bastante. Pelillos a la mar. Maldito ZP. Así que este lunes no voy a ver el debate, sino que repasaré el de Rajoy con Rubalcaba, a ver si me pongo al día. 
(Publicado en La Nueva Crónica de León, el 12/12/2015)

domingo, 6 de diciembre de 2015

Antagonía

La CUP es una formación de izquierdas, pero es una formación nacionalista: primera contradicción. La CUP es un partido anticapitalista que ha alcanzado poder gracias a un sistema capitalista: segunda contradicción. La CUP es un partido revolucionario que tiene la llave del gobierno aunque no la capacidad de gobernar: tercera contradicción. Si la CUP no vota a Mas, una de sus mayores aspiraciones se aplaza o, tal vez, se esfuma; si lo vota, se traiciona a sí misma: estoy perdiendo la cuenta…
Convergencia (o como se llame ahora) y Artur Mas no habitan ese universo de contradicciones; lo suyo son las paradojas. Paradojas como la de Pinocho: ¿le crecerá la nariz si dice que le va a crecer la nariz? o sea ¿la independencia merece aventurar su propia independencia? Seguro. Ofrecerán lo que haga falta a la CUP pues para ellos no hay principios a conservar, sólo poder. Ser o no ser. Su universo se nutre de singularidades, de espacios donde no impera la conciencia, sino la ganancia: si para mandar es preciso cuestionar o encubrir aquello que fueron durante décadas, simular incluso que nunca gobernaron, y ni siquiera apoyaron gobiernos en Madrid, se hace. Faltaría más. Al fin y al cabo se trata de una mera paradoja, de la parábola de un superviviente. Y todo lo justifica este cometido mesiánico que abriga un perverso pragmatismo: el fin y los medios al servicio de lo nuestro. De los nuestros.

Convergencia, Mas y compañía pueden convivir tranquilamente con esas esquizofrenias, con esas bipolaridades, codearse con bifidismos políticos y mentales. Ellos no se alimentan de ideología ni de principios, sino de dinero. Si hay que hacer algo, se saca la calculadora y se comprueba su rentabilidad. Todo vale si las cuentas cuadran. La cuestión es ¿puede la CUP hacer lo mismo? Lo dijo Chesterton: “Una vez conocí a dos hombres que estaban tan completamente de acuerdo que, lógicamente, uno mató al otro". Estos, que no pueden ser más diferentes, ¿acabaran por entenderse?
(Publicado en La Nueva Crónica de León, el 5/12/2015)