lunes, 27 de junio de 2022

El fuego y las culebras

 


Este año la hoguera de San Juan ha ardido con antelación en la Sierra de la Culebra. Es (¿era?) un paraje natural protegido (¿protegido?) límite montuoso entre comarcas leonesas apartadas, Aliste y La Carballeda, provincia de Zamora. Se ha llevado por delante la mitad de esa reserva natural uno de los incendios más pavorosos de la historia de esta tierra cada vez más reseca y expuesta al fuego y a la incuria. Esta última, la desidia previa y la hipocresía a posteriori, la han pagado los de siempre: una España aún no vacía del todo que a marchas forzadas están procurando evacuar, aquí sí, de sus últimas expectativas y agarraderas, de los últimos que resisten en un país solo. Plantas, animales, paisajes, riqueza... todo lo que aún era suyo lo heredará durante décadas un silencio que comienza bajo una losa negra de cenizas.

Según todos los expertos y voces acreditadas (menos las del gobierno autonómico) el desastre podría haberse evitado o paliado de haberse atajado antes: en lugar de 30.000 hectáreas habrían sido 4000. Casi nada. Y de nuevo la falta de medios. Cada vez que se quema algo o algo se consume, cada vez que un peligro se cierne sobre nosotros, colectiva o individualmente, lo público debe reaccionar con sus “medios”, que son los nuestros, los que pagamos. Y hay quien aún quiere pagar menos pero reclama tener más. Seguir leyendo: https://www.lanuevacronica.com/el-fuego-y-las-culebras

 (Publicado en La Nueva Crónica de León, en una sección titulada "Las razones del polizón", el 26/06/2022)

domingo, 19 de junio de 2022

León y el imperio romano

 


Es feo León. Bien mirado, feo de cuerpo y de alguna alma. Cuenta, eso sí, con algunos edificios hermosos; ¿quién le negaría esa condición a una catedral gótica o una basílica románica, quién sería capaz de no emocionarse ante unos milenios, unas ojivas, un equipazo del santoral haciendo de las suyas? En definitiva: “¿A quién no le va a gustar un imperio romano?”

La cuestión es lo que no hicieron los romanos, y entiéndase aquí “romano” como cuando se refiere a un puente viejo. Nos trajeron mucho los romanos, como bien sabían en el Frente popular de Judea, pero el buen gusto no se hereda ni es patrimonio del común. Como muchos otros especímenes, los leoneses sufrimos una especie de “síndrome de Santo Domingo”. Miramos la ciudad desde el ombligo y por ese motivo no se hace raro que los munícipes se ensañen a ver quién hace más boquetes en Ordoño II o en la calle Ancha. Desde esa plaza circular con su fuente de chorritos la ciudad adquiere el porte de una pequeña villa europea, con catedral, basílica, murallas y calles peatonales. No se engañen. Por la misma razón que no solemos visitar nuestros propios monumentos y museos a no ser con algún forastero, ese desconocimiento nos preserva de comprobar las enormes similitudes respecto a otros tantos lugares y la vergüenza que rodea el copetudo epicentro que impide ver el bosque. La ignorancia nos protege y hace brillar el caserío central de la ciudad como una manzana sobada. Seguir leyendo: https://www.lanuevacronica.com/leon-y-el-imperio-romano

 (Publicado en La Nueva Crónica de León, en una sección titulada "Las razones del polizón", el 19/06/2022)

domingo, 12 de junio de 2022

Cómo hemos cambiado

 


Resulta que sí, que al final hemos cambiado ¿cómo no? La pandemia nos ha transformado, sutil y quién sabe si definitivamente. ¿Mejores? No exageremos.

A poco que uno sondee, parecemos más tiquismiquis, menos comprensivos, más severos. Creemos que la afrenta está a la vuelta de la esquina y lo que en su momento se llamó “policía de balcón” ha despertado al censor que llevamos dentro para enjuiciar todo y a todos. Hacer de inquisidor da gustito y llevar razón, que siempre triunfa en la pasarela personal, ha convertido el cuñadismo en una práctica de autoridad durante la pandemia. Opine usted; si se atreve.

Tenemos más miedo. Amedrentados por la muerte y la enfermedad que pasaron rozando a tantos llevándose a muchos, nos amilanan síntomas y circunstancias que antes ignorábamos con bendita frivolidad. La acritud también nos ha hecho más neurasténicos. Y con más mala leche. Pretendemos recuperar a marchas forzadas un tiempo evaporado en el sofá o la terraza y ejercer un sacrosanto derecho a refunfuñar por tal o cual chirrido de un mecanismo que nunca estuvo engrasado pero que, en aquellos duermevelas, imaginamos puesto a punto a nuestro regreso. Seguir leyendo: https://www.lanuevacronica.com/como-hemos-cambiado-4

 (Publicado en La Nueva Crónica de León, en una sección titulada "Las razones del polizón", el 12/06/2022)