domingo, 26 de marzo de 2017

Eurobruto



 
Leo que llaman Italexit, a una posible deserción italiana que propugnan ciertos partidos del bel paese. Italia, que más que la pierna embotada es la médula espinal del continente desde Numa Pompilio al Tratado de Roma, con sus sesenta tacos ya. Así no llega a la jubilación, que de tanto irse gente vamos a acabar siendo Europa solo nosotros, lo nunca visto, ni cuando Carlos, que era de Alemania solo quinto pero de España era primero. Nos pasaría como la autonomía de Castilla y León, obtenida por exclusión: si todos los demás son autónomos, no queda otra.
Van provocando y no dan ganas de quedarse, la verdad, porque en esta Europa la lía cualquiera. Hace poco fue un parlamentario polaco machista, brazo en alto a lo nazi -¡un polaco!- Y esta semana, las salidas de tono de Jeroen “bocachancla” Dijsselbloem, a la sazón presidente del Eurogrupo. Su conocido comentario de taberna no sólo ofende a los países del sur, sino a todos, menospreciando a la mitad de los europeos, las europeas. Don Jeroen no se conforma con menos. Además, preside un “grupo” que no es más que una reunión “informal”, aunque mande mucho: así están las cosas en esta Europa de tenderos fatuos: montan una peña y a fastidiar. Ítem más: lo preside de prestado desde que su partido perdió las lecciones y se quedó sin ministerio que le avale para estar ahí. Un tipo que mintió en su currículo. Una perla. Eso sí, gasta su dinero en vicios calvinistas de esos, pero sin ayudas.
Por supuesto que hay ocasiones en que Europa responde como debe, y entonces te entra gustillo de ser europeo. Pero enseguida te quitan las ganas. Pasó con el tema de los desahucios y las hipotecas. Sentencias de tribunales continentales que nos devolvían la dignidad y el sentido de la justicia, se aplican con morosidad, desgana o retorciditas para que parezcan un accidente. Conclusión: montamos un Españexit o nos quedamos solos y a ver a quién echamos luego las culpas de todo. La primavera arrecia, todo parece muy Eurobruto.
(Publicado en La Nueva Crónica de León, el 25/3/2017)

lunes, 20 de marzo de 2017

Vestuario




El fútbol es una metáfora del mundo (o una metonimia, según), como podrían serlo el vóley o la petanca. Pero de tanto estirarla a menudo no da suficientemente de sí, pese a que haya partido todos los días. Así se explica que para llenar huecos debamos recurrir a los cotilleos de vestuario o la relajada privacidad de los jugadores, tal como si importasen o formaran parte del juego. La existencia del Marca o el As, con ejemplares intercambiables válidos para cualquier semana, verifica esa insuficiencia y la necesidad de prótesis.
Tal sistema se ha desplazado a asuntos de mayor enjundia. La política, por ejemplo. Nos pasamos el rato leyendo acerca de “movimientos precongresuales” (que suena a digestión pesada y muy intestinal), deshojaduras de margaritas, postulaciones de candidatos, rifirrafes y disputas de colegio, quítate-tú-que-salgo-yo. Chismes de vestuario. Supimos de Vistalegre como si se tratara de la final de la champions cuando era un entrenamiento con público, y ahora la larga marcha del PSOE parece la interminable selección de un entrenador de postín durante la pausa veraniega. Después viene el silencio. No retrasmiten el encuentro. Nada sobre políticas, sobre qué hacen, por qué, para qué, para quién. Cosas que tampoco parecen importar a los periódicos, redactados para que los lean quienes aparecen en ellos y sus hooligans.
La elección de un Silvañueco al mando del Partido Púnico y Único de esta nuestra comunidad puebla de publirreportajes la prensa, tan sufragados como excusables. Para sonrojo propio y extraño, ojeamos esas vacuidades como las informaciones que preceden al fútbol: nada revelan. Y mientras unos y otros “apuestan” como en las casas de juego deportivo, el partido no lo dan en abierto. Tendremos que enterarnos por los comentarios posteriores: lamentos, tópicos, banalidad. Mientras nos enseñan el vestuario por la mirilla, tengo la impresión de que el verdadero juego se nos escapa. No vemos lo que, en efecto, nos concierne.
(Publicado en La Nueva Crónica de León, el 18/3/3017)

lunes, 13 de marzo de 2017

Espionaje



 
No hacía falta que viniera el preso de If a señalarlo, que volviera Julian Assange a filtrar esas toneladas virtuales de documentos que luego nadie ve por ningún lado. Ya lo sabíamos. Supongo que a todos nos pasa, pero noto la inquietante sensación de ser vigilado cada vez que contemplo el hueco negro de la pantalla apagada del televisor. Durante ciertos soplos de paranoia supongo que mis pasos con el móvil en el bolsillo se convierten en un puntito parpadeante que se mezcla con muchos otros en el monitor de un becario de Langley, Virginia. Hasta me he figurado que alguien puede tomar el control de mi coche, si me apetece salir de copas. Cada gadget que nos rodea es un coladero que la CIA -y hasta la TIA- nos coloca, como el chip de los perritos.
Sin embargo esto ya nos lo habían dicho, pero por la forma de decírnoslo no nos lo habíamos creído. Le Carré, las películas del impávido Bond o del torturado agente Bourne, hasta las misiones imposibles de Cruise, y en resumidas cuentas cualquier thriller político o de acción de los últimos tiempos nos vienen describiendo el alcance global, micro y macroscópico de esta vigilancia, bíblicamente “extendida por toda la tierra”. Estamos cercados por muros más altos que los de don Donald. No lo creíamos porque era ficción y entretenimiento, pero la ficción suele ser un simple remedo de la realidad, y a menudo ni siquiera la supera o la anticipa, simplemente la abrevia. Incluso las películas españolas son veraces si nos atenemos a la catadura y efectividad de algunos casos patrios, entre Anacleto y Torrente: el de la agencia catalana Método 3 o las escuchas en la comunidad madrileña... Nos damos cuenta ahora, gracias al ilustre cautivo australiano del pelo cano y la lengua afilada de que invenciones novelísticas o cinematográficas sólo son inverosímiles en la medida en que crean un mundo donde los buenos triunfan o las historias tienen una lectura moral o un sentido. Eso sí es ficción, pero el resto era verdad.
(Publicado en La Nueva Crónica de León, el 11/3/2017)