Leo que llaman Italexit,
a una posible deserción italiana que propugnan ciertos partidos del bel paese. Italia, que más que la pierna
embotada es la médula espinal del continente desde Numa Pompilio al Tratado de
Roma, con sus sesenta tacos ya. Así no llega a la jubilación, que de tanto irse
gente vamos a acabar siendo Europa solo nosotros, lo nunca visto, ni cuando
Carlos, que era de Alemania solo quinto pero de España era primero. Nos pasaría
como la autonomía de Castilla y León, obtenida por exclusión: si todos los demás
son autónomos, no queda otra.
Van provocando y no dan ganas de quedarse, la
verdad, porque en esta Europa la lía cualquiera. Hace poco
fue un parlamentario polaco machista, brazo en alto a lo nazi -¡un polaco!- Y
esta semana, las salidas de tono de Jeroen “bocachancla”
Dijsselbloem, a la sazón presidente del Eurogrupo. Su conocido comentario de
taberna no sólo ofende a los países del sur, sino a todos, menospreciando a la
mitad de los europeos, las europeas. Don Jeroen no se conforma con menos. Además,
preside un “grupo” que no es más que una reunión “informal”, aunque mande
mucho: así están las cosas en esta Europa de tenderos fatuos: montan una peña y
a fastidiar. Ítem más: lo preside de prestado desde que su partido perdió las
lecciones y se quedó sin ministerio que le avale para estar ahí. Un tipo que mintió
en su currículo. Una perla. Eso sí, gasta su dinero en vicios calvinistas de
esos, pero sin ayudas.
Por supuesto que hay ocasiones en que Europa responde
como debe, y entonces te entra gustillo de ser europeo. Pero enseguida te
quitan las ganas. Pasó con el tema de los desahucios y las hipotecas.
Sentencias de tribunales continentales que nos devolvían la dignidad y el
sentido de la justicia, se aplican con morosidad, desgana o retorciditas para
que parezcan un accidente. Conclusión: montamos un Españexit o nos quedamos solos y a ver a quién echamos luego las
culpas de todo. La primavera arrecia, todo parece muy Eurobruto.
(Publicado en La Nueva Crónica de León, el 25/3/2017)