domingo, 28 de enero de 2018

Despropósito de enmienda




Presto a darnos cierta medida de las cosas, aclara el diccionario que rectificar es reducir algo a la exactitud que debe tener. Reducir, precisa, quizás porque la reducción a la verdadera dimensión supone un esfuerzo de honestidad y mesura que no siempre estamos dispuestos a hacer, aunque compense.
Sirva esta definición a propósito de alguno de esos reportajes de periódico que podrían figurar en la antología del disparate y... seguir leyendo en https://www.lanuevacronica.com/desproposito-de-enmienda


 (Publicado el 28/01/2018 en La Nueva Crónica de León, en una serie llamada "Las razones del polizón")


domingo, 21 de enero de 2018

Nunc est bibendum



 
El futuro ya está aquí y tenía razón aquel replicante de Blade Runner: estamos viendo cosas que no creeríais. Muchos jamás imaginamos que llegaría el día en que alguna ciudad pudiera vanagloriarse por tener más bares por habitante que ninguna otra. León sí. León ensalza tal hazaña en el vídeo promocional de la capitalidad gastronómica. Con un par (de copas). “¿A quién no sorprende y maravilla/ esta máquina insigne, esta riqueza?”, por citar otro clásico. 
Este año que apenas arrancó nos augura hartazgos... seguir leyendo en: https://www.lanuevacronica.com/nunc-est-bibendum


 (Publicado el 21/01/2018 en La Nueva Crónica de León, en una serie llamada "Las razones del polizón")

domingo, 14 de enero de 2018

F de falso



 
Existe, bajo el suelo que pisamos, un espeso légamo de falsedades, imitaciones, sucedáneos, versiones y otros tapujos descubiertos, por descubrir o para siempre soterrados. Con el suficiente tiempo, las diferencias entre ellos se desdibujan e importan cada vez menos.
En Italia, epicentro secular de.... seguir leyendo en: https://www.lanuevacronica.com/f-de-falso


 (Publicado el 14/01/2018 en La Nueva Crónica de León, en una serie llamada "Las razones del polizón")

lunes, 8 de enero de 2018

A sangre caliente


Sofocados en vídeos pretendidamente graciosos o cursis, estas navidades han tenido la particularidad de haber zurcido el año pasado con el presente por medio de una historia trágica, dramáticamente resuelta, indecorosamente abordada. El hallazgo del cadáver de una joven de “buena familia” (nótese este término casi ofensivo), desaparecida hace año y medio, supuestamente asesinada por un individuo del que hasta el chusco sobrenombre parece sacado de una pulp fiction ha desencadenado la portera (o portero) que llevamos dentro, con mis disculpas a este gremio, seguramente menos cotilla que su mítica. Los sucesos son eso, sucesos. Y su trascendencia se agota en sí misma una vez narrado lo sucedido. En este caso concreto, prácticamente lo que acabo de decir en estas líneas. Sin embargo, prensa, medios y gentes nos lanzamos al despiece de todo tipo de relaciones, suposiciones y demás pornografía social con el ánimo de lograr audiencias y, tal vez, sustituir en nuestro interés asuntos lánguidos (por pesados) como el catalán, soslayando de nuevo la cotidiana cadencia de escandalosos temas que sí nos afectan directamente o afectan a los que nos gobiernan, aquí y allá.
Hemos convocado y conocido las opiniones y sentires varios de madres, padres, abogados, allegados, conocidos y hasta camareros ocasionales en un despliegue de impudicia inservible y turbia; hemos asistido a dictámenes  de gentes que apenas aportan nada salvo su propia y excusable presencia, para expandir un asunto sencillo con elucubraciones indignas hasta de algún folletín o culebrón. ¿Por qué no buscamos declaraciones de la tía de un futbolista sobre las patadas que recibe su hijo en la cancha? ¿No sería interesante saber qué opina el chófer que lleva a Rajoy hasta el Congreso de las paradas que realiza? No interesa en absoluto qué hacen en ambos casos, como no lo hace lo que no sean hechos que tengan realmente trascendencia. El resto, en estos casos, al juez, o a ese juez implacable que se llama intimidad.

En 1966 Truman Capote convirtió un sórdido homicidio múltiple en una de las obras maestras de la literatura norteamericana, “A sangre fría”. Tras siete años de trabajo periodístico y un exhaustivo conocimiento sobre el terreno de personajes y testimonios, el título quizás abriga un doble sentido: es imprescindible tener la sangre fría para tratar con un acontecimiento atroz e inhumano y convertirlo en un relato lleno de humanidad y piedad, una narración que ofrezca valores morales porque cuenta con valores de otro tipo. El resto, la sangre caliente que todos mostramos cuando un hecho como este nos indigna, se da por supuesta y poco interesa su exhibición, salvo para lograr esas audiencias de todo tipo que anhelamos con ello.
 (Publicado el 7/01/2018 en La Nueva Crónica de León, en una serie llamada "Las razones del polizón")

martes, 2 de enero de 2018

Procrastina, que algo queda



 
Es un verbo feo, lo sé; pero, como muchas cosas feas, resulta muy práctico, en este caso para denominar con exactitud algo que hacemos a menudo. O más bien, algo que no hacemos. Demorar el emprendimiento de trabajos importantes ocupándonos antes de otros triviales para evitar la mala conciencia de la inactividad debería convertirse en deporte, al menos preolímpico. Aunque el diccionario académico despache su significado con un par de pseudo-sinónimos (diferir, aplazar) el buen procrastinador sabe que hay mucho más detrás. No es el “vuelva usted mañana” de Larra, sino el “para mañana” en versión 2.0. No se trata tan solo de posponer la realización de tareas inevitables o decisivas, sustituyéndolas por otras menos comprometidas y más livianas; sino que también consiste en encontrar y cultivar en ello un placer perverso y adictivo que diluya responsabilidades y aquiete remordimientos.
La imagen del ciudadano atareado abunda en este comportamiento: quizás no finiquitemos gran cosa, pero estamos ocupados siempre. Se nos va el vino en catas, tan ricamente. Liadillos con lo anecdótico dejamos para otro rato (un rato mejor, un rato que nunca llega), lo básico. Desde el principio de los tiempos sabemos fehacientemente qué cuestiones son necesarias y cuáles contingentes, que diría la filosofía “amanecista” (que no es poca), pero nos interesan principalmente estas últimas, más asequibles, más de andar por casa. Así en la tierra como en el cielo.
La realidad acaba imponiéndose, por supuesto, pero cada uno hace el papel del Houdini que está a su alcance. En Cataluña, hubo unas elecciones procrastinadoras de libro: nadie trató de los problemas de los ciudadanos porque por medio hay un asunto, a todas luces menor, del que ocuparse imperiosamente. Así con todo. Dicen los científicos y expertos, con Hawking al frente, que el plantea está a punto de irse al cuerno: si no nos mata con presteza la pareja de baile Trump/Kim lo hará lentamente el cambio climático, la sed, la polución o cualquier fenómeno atmosférico desbocado por nosotros. Mientras tanto, contemplamos las puestas de sol con melancolía dominguera.
Le sucedió al hombre de Neandertal, que vio llegar al Cromañón como quien ve llover más allá del umbral de la cueva y cuando se quiso dar cuenta le habían pintado el techo entero de colores. Penélope tejía y destejía en su telar mientras sus pretendientes acaban con la despensa. En Roma –Cavafis lo apuntó- los bárbaros no acababan de llegar para solucionarlo todo porque ya estaban dentro y no habían solucionado nada, ni intenciones tenían. Y a mí me pasa otro tanto: había pensado hablar aquí de un asunto interesantísimo y, mira por dónde, ya no me queda espacio para hacerlo. Ni año me queda para tanto como pretendía. Comenzaré el próximo con propósito de enmienda. Propósito, digo, entiéndase bien. En 2018 disfruten de las omisiones, ese manjar procrastinador.
  (Publicado el 31/12/2017 en La Nueva Crónica de León, en una serie llamada "Las razones del polizón", la ilustración es el Bartleby de Javier Zabala)