Grandes fiestas veraniegas en Villalvalle,
amenizadas con una original y genuina recreación de la Edad Media. Para
todos los públicos: grandes, pequeños, medianos y desganados. Disfrute una vida
miserable y repleta de vejaciones. Apúntese a la modalidad de sobresaltos aciagos
o a la de afligida monotonía, de la cuna a la tumba. Se requerirá
ausencia de higiene y harapos malolientes como vestimenta. Tullidos y mendicantes
son bienvenidos. Enfermedades infecciosas y traumatismos, halitosis,
extenuación y angustia amenizarán la jornada. Las calles permanecerán colmadas de
fango e inmundicias.
Matanzas sanguinarias acaecerán
en cualquier rincón, sin que nadie sepa por qué. Saqueos, vandalismo,
destripamientos con armas oxidadas de filos romos pero contundentes, lentas agonías,
incendios pavorosos, violaciones feroces y un sinfín de crueldades fruto de la
cólera del demonio. El fin del mundo al alcance de la mano. Epidemias de
peste adornadas con fétidas bubas de color negro purpurado se distribuirán por
sus cuerpos en medio de enfebrecidos estertores. La mortalidad será extrema y
ciega. Al tiempo, las hambrunas harán causa común con cualquier otra penuria.
Se peleará por unas hortalizas en pudrición, se matará por un animal salvaje, de
fibrosa carne. Se morirá de inanición, de pura necesidad. La vida, fugaz,
penosa y doliente, tendrá como único alivio que los tormentos del infierno se presumirán
más siniestros aún, pero de ellos podrá librarse gracias al sostenimiento de
sacerdotes y a la obediencia a los señores de la guerra. El rey es dios
y los curas, sus enviados. Ellos le salvarán. En la otra vida.
Si alguien pretendiera ser princesita,
principito, obispo o demás papeles facilones, lo sentimos, están pillados. Como
en todas las épocas. Eso sí, los asistentes serán obsequiados con un boleto
para el sorteo fin de fiesta. Premio: convite para la próxima celebración. Tema:
la posguerra. Con
su miseria, su racionamiento, su represión… todo tan vintage.
(Publicado en La Nueva Crónica de León, el 23/8/2014)
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