domingo, 6 de septiembre de 2020

Apetencia de vacío

  

 Cuantiosas manifestaciones artísticas tienden a poblar sus soportes con una plétora de motivos. A menudo ese abigarramiento deja apenas resquicio para imaginar lugar donde exista algo diferente o no haya nada. Los historiadores bautizaron ese comportamiento, se supone que propio de civilizaciones antiguas (no solo) o de actitudes primitivas o infantiles (tampoco), como horror vacui, horror al vacío, apreciando en él una aversión hacia lo otro, lo exterior o lo que difiere de un mundo compartido y seguro. Traducción formal del miedo a lo desconocido. Son pocas las culturas que han sabido complacerse en la ausencia y lo extraño reservando un lugar de privilegio a esa nada que eleva cualquier presencia a la categoría de una aparición.

    En nuestros días, las pantallas negras reproducen ese mismo horror. Su apagón aterra. El vacío provoca también una desazón narrativa que sigue cultivando la ciencia ficción como territorio temible, escenario de tragedias y morada del frío y la muerte. También los parajes desérticos, solitarios o abandonados participan de esa condición angustiosa y a menudo vaticinan una tragedia, sentenciados a reproducir aquella que los convirtió en lo que son. Hay quien dice añorar cierto vacío, lugares inexplorados y blancos en la cartografía, pero queremos que la experiencia de lo incógnito sea organizada por una agencia de viajes. Seguir leyendo: https://www.lanuevacronica.com/apetencia-de-vacio 

(Publicado en La Nueva Crónica de León, en una sección titulada "Las razones del polizón", el 06/09/2020)

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