Hace tiempo que no acudía a una manifestación. El
escepticismo que insuflan los años, y la escasa capacidad de reconocimiento con
todas y cada una de las consignas que se vocean, con todos y cada uno de los
que las abanderan, con el cómo y cuándo se gritan, aparte una ligera sociopatía
de andar por casa, me llevan a protestar por aquello que creo injusto desde la
comodidad de mi salón. Manías fomentadas por lastecnologías modernas, supongo.
Pero a esta había que ir. Radicamos en la plaza a las ocho
de la tarde, reconociendo caras amigas y gestos cómplices por doquier. Buen
ambiente, pese a que nada de lo que allí se decía por una megafonía exigua, se
dejaba escuchar. Después los clásicos en la marcha: lemas de toda la vida (Ayuntamiento miento miento), los pitidos
y tamborradas de siempre (salvo por bandas de tradicional con su puntomelodioso)
y las animaciones de rigor (manos arriba, etc). Nada ha cambiado. Tampoco los
errores de principiante, como el recorrido excesivoo las arengas en Ordoño, que
duraron, no se oyeron y rompieron el ritmo, desanimando a muchos de proseguirhasta
regresar a la plaza.
Al día siguiente las valoraciones, como siempre: una prensa
habla de centenares, (hay un periódico regional que dice “decenas”, situando la
redacción de la noticia en Burgos…) y transmite sensación de fiascosobre lo que
fue un éxito rotundo; “manifestación histórica” según otro medio más proclive y
centrado. Ese día había otra manifa de cosas importantes, parecen decirnos
desdela portada, para comparar.Lo de siempre. No sé si servirá de algo todo
esto, pues las más de las veces las demandas se mezclan, incluso se contradicen,
en un fondo de descontento, y seguramente lo que suceda no contentará a nadie. Como
siempre... Pero no. Que esto suceda ahora, con lo que ha caído y cae todos los
días, aquí y en Suiza, y por un tema como este, tan “menor” según algunos, no
es lo de siempre. Es esperanzador, testimonio de que no damos todo por perdido.
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