Odiadores siempre ha habido, la ojeriza es tan humana como la gastronomía o los fines de semana. Pero odiar se ha convertido en actividad profesional, remunerada o no, cotizante o no. Y anda desatado ese gremio, hasta el punto de que no falta argumento sin su réplica, siempre chispeante, ni intervención sea donde fuere, sin su generosa y efervescente contribución. La sal de la tierra. ¿Para cuándo un estatuto profesional, unas normas del gremio, un código de conducta? Para ciscarse en ellos, claro.
Propondría, si me preguntaran (que no lo hacen, pero tanto me da), un par de requisitos para el examen de ingreso. Habría que demostrar la posesión de tiempo sobrado destinado a las interminables guardias e imaginarias que exige tan absorbente afición. Quizás por eso la palabra odio se asemeja a ocio (en latín también: odium/otium) porque solo quien dispone de tiempo -y se aburre mucho- puede permitirse un odio como es debido, con sus expresiones vejatorias y su manera resentida de ver las cosas. Además de un vicio, odiar atarea. En segundo lugar, exigiría incansable empecinamiento en seguir las evoluciones, trabajo y milagros de la persona, personas, actividades o ideas aborrecidas. Al no tener vida propia, las ajenas justifican cuanto hacen, profieren y no callan estos personajes. Y, en tercero, las anteojeras, que no hace falta explicar, pues se entiende que el odio no es ciego sino asno. Seguir leyendo: https://www.lanuevacronica.com/opinion/profesiones-con-presente-odiador_187767_102.html?fbclid=IwY2xjawOsq9dleHRuA2FlbQIxMABicmlkETA3WEZXakNnWldnTEt1OU9Sc3J0YwZhcHBfaWQQMjIyMDM5MTc4ODIwMDg5MgABHql8pbM-Dv4BThgzS-4HMmqj0seoCxhM5s3WRmjZnLo1jlLsyxojYAo7Xwgh_aem_6JFC5fKcAxpNZcw9RrTCvQ
(Publicado en La Nueva Crónica de León, en una sección titulada "Las razones del polizón", el 14/12/25)



