lunes, 16 de septiembre de 2024

Septiembre

 


No ha logrado controlar la fuerza centrífuga con sus brazos escuálidos y ha salido despedido del pequeño carrusel. Causa asombro que no haya aterrizado de bruces cuando todo parecía anunciarlo; se levanta, mira hacia su madre y solo comienza a llorar cuando ella repara en él, aunque apenas se le oye porque el estruendo de los chavales que corretean cerca ensordece a todos. El parque está abarrotado.

Al balancín se ha subido una niña que no quiere mecerse, solo estar sentada inmóvil mirando al asiento vacío del otro extremo. Cada vez que alguien se acerca lo rechaza con un gesto mudo y, si no le hacen caso, se baja para observar ceñuda desde la distancia hasta que puede volver a subirse sola. No se puede usar el tobogán porque en su cima ha acampado una montonera de críos que se patean entre sí. Desde el pie de las escaleras hace un rato que algunas niñas les miran condescendientes, con un fastidio apático. Al punto se marchan sin mirar atrás y ellos bajan sin saber qué hacer ni dónde ir. Seguir leyendo: https://www.lanuevacronica.com/opinion/septiembre_162466_102.html?fbclid=IwY2xjawFV_B5leHRuA2FlbQIxMAABHeIWU11UIkNID1awBJ2AaREJ2u_iVCACkjAlusCVCcXpdLr3uxkvxPC5oA_aem_n4yW9Ig_sAoqZ3oUH9UyQQ

   (Publicado en La Nueva Crónica de León, en una sección titulada "Las razones del polizón", el 15/09/24)

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