domingo, 26 de junio de 2016

Instrucciones



 
Manual de instrucciones para la votación de mañana, edición no venal. Primero: votar es importante, muy importante. De esas pocas cosas que, aunque las repitan tanto, son ciertas. Y aunque resulte pesado, recuerde que resulta mucho más pesado (y con muchas otras pesadillas) no poder hacerlo. Sucede como con el running (antes llamado correr): cuanto más se vota, más en forma se está; aunque canse. Segundo: se juzgan los programas políticos, no a los políticos en sí mismos. Esta parte es preciso remacharla, pues a veces sentimos la tentación de votar a un tipo con aspecto más o menos fiable y simpático, seguro de sí o bien parecido: también son argumentos válidos, pero acaban por no funcionar. Sucede como en el fútbol: Iniesta no es un galán maqueado, pero juega como los ángeles (nota aparte: sexo no tienen, pero ¿juegan los ángeles al fútbol?). Tercero: algunos de esos programas ya han sido probados; pero otros, no. Por tanto, de algunos sabemos qué puede esperarse, de otros sabemos sólo lo que algunos nos dicen que puede esperarse (con predecibles intenciones aviesas). Sucede como con la feria: no vale que te la cuenten. Cuarto: también se juzga la legislatura previa, pues toda elección es un refrendo o un rechazo al gobierno saliente. Pero cuidado, la anterior legislatura duró poco, se frustró pronto y apenas dio elementos de juicio, salvo sobre qué planes y actitud tiene cada cual en caso de un acuerdo que se antoja imprescindible. La que se juzga es la que duró mucho (y continua). Toca hacer un esfuerzo de memoria y valorar lo sucedido en estos cuatro años. Si les convence, la elección es sencilla; si no, tienen otras opciones y les tocará pensar un ratito más. Saber es recordar.
Quinto y último, last but not least (no hay quinto malo): vote usted lo que le venga en gana. No se debe aconsejar, influir o mediatizar. Nota final: un buen español (y un buen catalán, si us plau) jamás lee un libro de instrucciones. Y mucho menos le hace caso.
(Publicado en La Nueva Crónica de León, el 25/6/2016)

domingo, 19 de junio de 2016

Ofertas




Este lunes pasado, después de la victoria de la única España vertebrada que nos queda, ante una parte de la antigua Checoslovaquia que aún no sabemos si llamar Chequia, se emitió un programa un tanto desequilibrado, habitado por cuatro (cuatro) comerciales y tres (tres) presentadores (o dos presentadores y Pedro Piqueras). Nos dijeron que la televisión pública no daría publicidad nunca más, pero ese día nos hurtaron el prime time al que la Constitución nos da derecho después de la cena más tardía de la Unión europea. Se trataba de un publirreportaje de más de dos horas, enlatado y medido: hasta los segundos estaban contados. Con lo que cuestan los segundos en televisión. Y allí estaban ellos, de traje y corbata, sin ella o con la camisa remangada, dependiendo de la imagen de la empresa a la que representan. Los cuatros directivos de las cuatro principales compañías telefónicas (Movistar, Vodafone, Orange, Yoigo…), calentándonos la oreja para que contratemos con ellos. Una permanencia de cuatro años exige ofertas y condiciones a la altura del compromiso. El de la derecha (sito a nuestra izquierda), de azul corporativo, dice que bajará las cuotas, pero (ojo) las acaba de subir en la última permanencia, qué pillo. Otro, el de rojo, afirma que se ocupará de que nunca nos falte de nada, pero (ojo) eso nos lo han dicho tantas veces. El de naranja, promete que van a darte lo mismo que los demás, pero sin engañarte; pero (ojo) luego usa la red de los otros dos, y como algo tiene que ganar, yo no me fío. Y, por fin, el de morado, con su estilo desenfadado, asegura que no te cobrarán la permanencia, te darán megas y minutos a cascoporro, y que no nos fiemos de los tres huevos duros de la gran multinacional del sector. Pero (ojo), prometer es gratis.
Ahora te llaman ellos amablemente, pero luego no se ponen al aparato, encomiendan las quejas a una máquina parlante y acabas por colgar de pura desesperación. ¿Qué opinan? ¿Cambio o sigo con la compañía de antes?
(Publicado en La Nueva Crónica de León, el 18/6/2016)

domingo, 12 de junio de 2016

Bertines



 
Hace más de medio siglo que Umberto Eco publicó un conocido ensayo en que dividía el mundo entre apocalípticos e integrados. Sin embargo, nuestra España inmarcesible y postcrítica se divide mucho más concreta y específicamente: nos pasamos la vida entre marianos y bertines.
Nuestro menoscabado presidente en funciones de no funcionar se distingue mundialmente por su frugalidad intelectual y su paquidermia institucional y se comporta como un apocalíptico sin vocación, un sinsangre obligado a la acción. Ante la duda, no suele moverse y cuando no duda, tampoco. Y si, por desgracia, hay que hablar, “o yo o el caos” es la divisa que le tienen encomendada y él la menudea sin convicción. Predica un apocalipsis de mesa camilla y brasero, que le chamuscará las zapatillas a poco que se trasponga como suele. Cuando preside está como ausente, pero no calla.
Por el contrario, el hiperactivo y polifacético Norberto Osborne, con ese alias y aires de perpetuo y pizpireto mozalbete, yergue su silueta apolínea como el paladín de un país sin complejos, seguro de sí, sangriento (de sangría) y taurino y olé. Y como hombre anuncio que es, dado a las finanzas, Bertín anuncia cositas. Hay quien dice que a los cuarenta se nos queda la cara que merecemos, la que nos retrata. Para el caso de los famosos cabría decir que acaban por anunciar aquello que saca de ellos lo que llevan dentro. Bertín, que empezó en la recordada Sofico, presta en estos días su imagen a la publicidad de dos productos acordes con su arrebatadora personalidad: una entidad prestamista que ofrece créditos a un interés usurero (el cinco mil por ciento TAE, según parece) y una clínica dental cuyo lema es “la sonrisa lo cambia todo”. Tiene razón: la sonrisa lo cambia todo, en especial cuando se hiela en la cara del que no puede devolver un crédito. O en la del que escucha a nuestro presidente pronosticar ese acabose que son los otros o ese cielo que nos tiene prometido hace tanto tiempo y no acaba de llegar.
(Publicado en La Nueva Crónica de Léon, el 11/6/2016)

sábado, 4 de junio de 2016

Jano



 
Con la negociación de tapadillo del TTIP (Tratado Transatlántico de Comercio e Inversiones) da la misma impresión que con muchas decisiones que acaban por afectarnos de forma determinante: al igual que la Luna, la realidad tiene dos caras, y no sabemos qué sucede en la oscura. Demasiados asuntos se dirimen bajo cuerda y nos enteramos cuando ya es demasiado tarde; o simplemente no nos enteramos. También da la impresión de que, pese a vivir en democracias, proliferan mecanismos y entidades (supuestamente emanados de sistemas participativos) destinados a dictaminar normas y obligaciones que ni se someten a escrutinio público ni se ajustan a ningún programa o propuesta política que los ciudadanos hayan podido considerar. Las abusivas obligaciones que impone Bruselas a países presupuestaria y socialmente frágiles no han sido aprobadas por sus ciudadanos aunque se vean obligados a consumarlas dolorosamente. Es más, quienes las determinan no están sobrados de inocencia o responsabilidad en ese drama. Ni somos informados ni seremos consultados sobre mandatos que modifican nuestras vidas, aunque lo hagan suave y definitivamente, como una especie de cambio climático económico, social y político.
Luz y tinieblas. En economía convive la teoría del reparto equitativo de las obligaciones fiscales con las SICAV y los panamás del mundo, como si leyes y justicia valieran sólo para los del tendido de sol. Ítem más: en el fútbol, por una parte están el deporte y las aclamadas copas europeas y por otra la negrura insondable de los negocios turbios, las deudas con hacienda y los chanchullos. Una realidad bifronte en que la zona de sombra prevalece; una esquizofrenia de la quizás salgamos con camisa de fuerza, porque de tanto ocupar el lado soleado, nos abrasamos. Y luego se oye cómo denominan “antisistema” a algunos grupos que exigen el cumplimiento de principios básicos en que se fundamenta nuestra convivencia, sin advertir que su reverso se llama Trump, Hofer o Le Pen.
(Publicado en La Nueva Crónica de Léon, el 4/6/2016)