Queridos presidentes, saliente y entrante:
Parece ser que no me invitáis a la toma de posesión de la nueva presidenta porque no contesté a aquella carta vuestra y no pedí perdón. Detecto rencor. ¿Pero cómo voy a pedir perdón si yo no he hecho nada? Sinceramente, pensaba que la carta era para vosotros, para tiraros el pisto (perdona la expresión pero esta carta mía es privada, en confianza). Para haceros los importantes a mi costa. Lo habitual. Los reyes no pedimos perdón. Salvo elefante en cacharrería africana. Mi padre empezó a disculparse y mirad ahora…
Porque, hablemos claro, lo de la conquista fue cosa de otra
familia. Esto de los reyes va por familias y la mía cogió este traspaso mucho después.
Ya, ya sé que la monarquía, así, como institución, gobernaba entonces pero
ahora pinta poquito, apenas voy de un lado a otro firmando lo que me ponen
delante y dando la mano a niños y grandes. Aparte apagar los fuegos de un padre
pirómano. Esto ya no es lo que fue. ¿Cómo voy a disculparme por asuntos de hace
medio milenio? Eso lo hacen los curas y el papa, que tratan de eternidades y viven
de disculparse y hacerse los benditos cuando ya no importa. Que se lo digan a
Bruno, a Galileo, a tantos. Seguir leyendo: https://www.lanuevacronica.com/opinion/carta-real-mexicana_163189_102.html?fbclid=IwY2xjawFnHn1leHRuA2FlbQIxMAABHaVnTFczLBrqHssfzNM_07XLcc5yYIe_ZAReE85AGEROgezePHW698lSeg_aem_E_HtPJOQkU243pv3oFjaow
(Publicado en La Nueva Crónica de León, en una sección titulada "Las razones del polizón", el 29/09/24)
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