lunes, 24 de octubre de 2016

Dylan



 
También yo creo que Dylan no merece el Nobel. Pero por supuesto que no es porque su arte no esté a la altura; ni porque no responda al encasillamiento acartonado con que ciertas autoridades disciplinares pretenden confinar lo que juzgan por cultura. No. Quienes tales argumentos usan, ignoran, envidian, yerran...
Creo que Dylan no merece el Nobel porque no lo pidió, quizás no lo desea y no tiene por qué aguantarlo. Y tampoco se trata de que el premio Nobel no merezca a Dylan, pues ya se sabe que premios y premiados se dan lustre recíproca y alternativamente; sino de que, tal vez, ambos no debieron cruzarse en esta especie de cita a ciegas que solo uno de ellos quiso. Otorgar un premio a alguien que no se ha postulado a él o no fue avisado previamente para obtener su consentimiento, me parece una falta de respeto y una intromisión ilegítima en su intimidad, en su vida. ¿Quién autoriza a esos señores a premiarle? ¿Quién les da derecho a poner su nombre en boca de todos con la excusa de si lo merece o no, si es un literato o un músico, si es, en definitiva, suficientemente “digno” de una supuesta honra que no solicitó? ¿Quién les faculta para (como ha afirmado un miembro del jurado) considerarle “descortés y arrogante” por no responder a llamadas de desconocidos que él no ha requerido? ¿Por qué debería hacerlo? ¿Quién ha sido el maleducado, visto el revuelo? Seguramente deban pasar años para que Dylan recupere su vida tal como él la quería: sus conciertos, su música, sus ausencias de todo lo demás.
En definitiva, ¿quiénes se creen que son por mucho dinero que pongan sobre la mesa y mucho ceremonial trasmitido a los cuatro puntos del globo que preparen para pretender que ha de inclinar su cerviz ante su monarca o pasar a la historia como uno de los pocos que rechazó un premio que no había pedido y, con él, una posteridad tan burdamente otorgada? ¿Qué derecho tenían a poner a Dylan en esta tesitura? No, Dylan no merecía ni merece esta desconsideración.
(Publicado en La Nueva Crónica de Léon, excepcionalmente el martes 25/10/2016)

domingo, 23 de octubre de 2016

Hamlet



 
No ha habido mejor homenaje hispano al centenario shakespeariano que el drama del partido socialista: puro Hamlet. Todo comenzó con el padre muerto (Felipe González) apareciéndose espectralmente, reprochando a su heredero una secreta felonía. Tal aparición desencadenó la tragedia, resuelta en pocas y estremecidas jornadas. Mientras la reina madre (Susana Díaz), desde su tálamo mancillado por tanto ERE, templa y manda, deseosa de legitimarse a sí misma gracias a un usurpador; las dudas del joven príncipe, su tortuosa inacción y errático discurso, fueron los titubeos de todo el partido, desgarrado entre hacer y no hacer, que es la forma del ser o no ser en la tragedia danesa. Algo huele a podrido en Ferraz, por supuesto. Y la representación del comité federal puso en escena, literal y metafórica, ante toda la Corte y espectadores cuanto había sido urdido a escondidas días atrás, señalando a propios y extraños el alcance de la traición. Detrás de una cortina, donde se dispuso una urna, es muerto Polonio, haciendo de Hamlet un asesino por error. Rosencrantz y Guildenstern ya no pueden seguirle más. Ofelia se ahoga, confusa. Hasta Yorick, el antaño bufón (Iceta), acaba por mudarse en personaje crucial, eje de la trama, símbolo a su pesar, de trascendencia.
Todos sabemos cómo concluye Hamlet: muere hasta el apuntador, cosa muy del gusto del bardo del Avon. Aunque quizás también quepa imaginar un PSOE menos brumoso y nórdico, menos calamitoso y tremendista, leído en forma de sosegadas andancias por esos anchurosos campos manchegos abrasados de sol y polvo que fueran escenario principal de la obra del también centenario manco (tan disminuido en honras frente al alevoso, por simultáneo, inglés). En ese paisaje más nuestro y más alegórico, aún no estamos seguros de si los socialistas acometerán, tal vez vanamente, contra los molinos, como su hidalguía demanda, o se acomodarán a horcajadas en su rucio denunciando a voz en pecho la locura que tal empeño sería.
(Publicado en La Nueva Crónica de León, el 22/10/2016)

domingo, 16 de octubre de 2016

Carretera



 
La noche cayó hace horas y apenas un gajo de luna taladra la sólida oscuridad a ambos lados de una calzada que los faros del coche deslumbran estrecha y fugazmente. Hace frío fuera, y se diría que nadie habitó jamás estas tierras, que nunca nadie las apreció salvo como un estorbo para llegar de un lugar a otro, ambos distantes. El vacío y la soledad prevalecen. Pero el viaje prosigue. Y lo hace bajo la amenaza de malograrse en cualquier momento y abandonar a los pasajeros en medio de esta desolación ilimitada y autista, pues el vehículo quema sus últimos resquicios de combustible desde hace rato, un tiempo que se torna cada vez más tenso y dilatado. De hecho, el conductor mira más el indicador de la gasolina que las líneas pintadas en la vía. Y escruta un horizonte imaginario en busca de luces esperanzadoras. Si no aparecen pronto, no sabe qué hará, qué solución dará a los pasajeros que confían en él y dormitan cabeceando levemente. Un trecho más allá hay una estación de servicio en la que ha repostado muchas veces. Cerrada. Como las tres anteriores en el último medio centenar de kilómetros. La agonía del depósito parece otorgar una ligereza alarmante al coche. El acelerador apenas es apretado, la calefacción ha sido apagada: queda un buen tramo hasta llegar a destino y nada indica que aguante… La luna, la noche, el frío y la soledad han dejado de ser un paisaje sugestivo al otro lado de la ventanilla para convertirse en la posibilidad amenazante de pasar la noche en malas condiciones. Se ven en medio de la nada oscura, ateridos, sin la certeza siquiera de tener red para telefonear, esperando al amanecer o a un improbable conductor que se detenga ante unos desconocidos a estas horas, en este lugar… Y no, no estamos de aventura por lugares recónditos. Ni en épocas remotas. Ni en un camino de herradura, sino en una general: la León-Valladolid. Ninguna gasolinera abierta en más de ciento treinta kilómetros a partir de medianoche. Trazan una autovía...
(Publicado en La Nueva Crónica de León, el 15/10/2016)

domingo, 9 de octubre de 2016

Anonimato



 
El anonimato se está convirtiendo en un lujo que no vamos a poder permitirnos. No me refiero al clandestino, a ese tirar la piedra y esconder la mano, no, sino al transitar discreto, sin la luz de los focos, que muchos aún desean y pretenden. No se puede no ser. Pero hasta hace poco se respetaba a quienes elegían no figurar; existía un espacio de respeto para esas decisiones, para esa forma de entender la vida que la juzga sólo por sus obras.
Nuestros pasos son seguidos por cámaras omnipresentes y señales por satélite, y más aún, nuestros deseos y preocupaciones son rastreados, clasificados e interpretados comercialmente por la red que nos enmaraña. Compramos un nuevo dispositivo que adosar a nuestro cuerpo y enseguida rastrea nuestros contactos, cuitas e información y la incorpora, la hace suya. Y no nuestra ya. No se puede no estar. Quizás por ello el movimiento más contestatario de la red se llama Anonymous y el anonimato sea la forma más habitual de abuso en ella.
Hace meses se supo que científicos británicos, al parecer sin otra cosa mejor que hacer, decían haber descubierto la identidad del artista callejero conocido como Banksy gracias a técnicas policiales basadas en la trazabilidad de sus localizaciones, en un perfil geográfico de sus hábitos. Banksy quiso permanecer en un anonimato incompatible con su celebridad, que al parecer molesta a los que ansían tales famas. Acaba de suceder de nuevo con la escritora cuyo pseudónimo, Elena Ferrante, era lo único que se conocía aparte de sus libros. Una investigación que ha seguido la pista de sus ingresos editoriales ha acabado con una “exclusiva” periodística que tira por la borda años de reserva y ausencia. Ella lo dijo claramente: interesa la obra, no la biografía ni las miserias humanas de quien la compone. “La invisibilidad es un magnífico aliado para observar el mundo sin que nadie te moleste”, concluía. Pero de eso nada. Se acabó: hay que ver a todos, hay que verlo todo. Y menudo espectáculo.
(Publicado en La Nueva Crónica de Léon, el 8/10/2016)

domingo, 2 de octubre de 2016

Lógica



 
Existe una lógica más allá de la lógica común, esa de andar por casa, a la que nos vamos acostumbrando poco a poco, a base de regates de Messi, elecciones generales y rebajas en Zara. Donde las naves de combate arden más allá de Orión, el pensamiento único y el único pensamiento se retuercen como un gusano de arena para mostrar un reverso no tan tenebroso como jocoso y, siempre, revelador. Aristóteles, por ejemplo, infirió de la causa y el efecto la existencia de un motor inmóvil, que Tomás de Aquino identificó con Dios en pleno medievo. Ahora ese motor parado se llama Rajoy: las cosas suceden en torno a él, el mundo se pliega a su conveniencia. El fin del bipartidismo, por ejemplo, consistía en el final de los dos partidos que han compuesto el PSOE desde siempre, que no lo entendíamos bien. Ha tenido que recordarlo ese señor mayor amante de los árboles minúsculos, las joyas artesanales y los consejos de administración, que gobernó este país eones atrás. Y la nueva política es una señora de edad cuya novedad consiste en que ahora dormita en la bancada mixta del Senado: Rita la pocera. Sí, tenemos la lógica que nos merecemos. Pero la usamos de pena.
Y no leemos bien las señales, aunque están ahí todo el rato: no hay más que observar el vuelo de los pájaros. De ciertos pájaros sobre todo. Por saltar de tema, ya que esta lógica es ilógica y serendipista, resulta lógico, por ejemplo, que frente a la sede provincial de la Junta de Castilla y León, esa nave nodriza con forma de amenaza estelar, se haya montado la carpa de The Hole, el agujero, un espectáculo burlesco y procaz ¿Dónde si no? ¿Qué otro emparejamiento sería concebible? En ese mismo orden de pensamiento, destila una irrefutable y poderosa coherencia que una de las primeras exposiciones programadas para el magno y remagno Palacio de Congresos por nuestro eminentísimo y risueño Ayuntamiento se dedique al Titanic: ¿qué tema más conforme podría procurarnos? ¿Qué otro viaje esperaríamos emprender?
(Publicado el 1/10/2016 en La Nueva Crónica de León)