Dando saltitos
torpes o zancadas de siete leguas, este gobierno involuciona siempre que puede.
O que le dejan. Porque a veces da marcha atrás, alertado por los reveses
electorales que le proporcionarían la ranciedad e ilógica de sus iniciativas (aborto,
tasas judiciales...). Pero en cuanto se relajan les sale el acto fallido
freudiano que retrata su magín y se empeñan en retornar a estadios de la
historia que se tratan en los libros como cosa saldada.
Eso sí,
oportunos son. Casi la misma semana que vemos a unos tipejos desfigurando
esculturas milenarias mientras invocan la posesión de la Verdad revelada, se anuncia
que ciertos alumnos de nuestros colegios públicos volverán a rezar al comienzo
de las clases de religión. Es más, entre otras lindezas, el Boletín oficial de
este Estado dice que el alumno de la asignatura debe “comprender el origen
divino del cosmos” para distinguir que no proviene del caos y el azar. Se
desconoce quién ha redactado este dechado de prehistoria intelectual, a medio metro
del fundamentalismo que tanto preocupa a Occidente. Así que, en lugar de
ahondar en la principal defensa que tenemos contra ese peligro, este gobierno
nuestro no retrocede: da media vuelta y avanza.
Boko haram, el nombre del grupo
integrista nigeriano, quiere decir algo como “la educación occidental es pecado”.
Lógico. La educación es lo único que les combate con éxito, la única arma que
temen. Pero con este gran avance (y otros que agrietan el sistema educativo)
nos orientamos hacia las regiones más “vanguardistas” del planeta: el desierto
afgano, algunos reductos del Medio Oeste norteamericano, este país hace medio
siglo...
Un apunte más, para
quien objete que la materia de religión es optativa. Esta supuesta asignatura
(adoctrinamiento más bien), que imparte perniciosas instrucciones sobre la
realidad, se financia con dinero público y llega a un alumnado permeable a dogmatismos.
Otro pasito atrás. Esperemos que de los últimos. Ay, Señor, llévalos pronto.
(Publicado en La Nueva Crónica de León, el 7/3/2015)
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