Se dice que el único lugar de París desde donde no se ve la torre Eiffel está en lo alto de la propia torre. No es cierto. Pese a su enorme tamaño, empequeñecido en las imágenes gracias a su lograda proporción, la torre se ve desde pocos lugares. Se trata de uno más de los mitos que asedian la capital de Francia y han dado lugar al “síndrome de París”, algo así como el reverso tenebroso del stendhaliano o “síndrome de Florencia” que tanto se cita y hemos citado. El parisino, más que un síndrome, es un sentimiento sencillo, aunque exacerbado: una decepción del tamaño de la torre que, ahora sí, se aprecia desde cualquier rincón de la ciudad. La psiquiatría japonesa definió este desarreglo emocional entre sus ciudadanos al tiempo que descubrían las apagadas sombras de la imagen de una ciudad mil y una veces publicitada pero inexistente: ni romance, ni brillo, ni moda, bohemia o charme. Solo turismo. Un síndrome universal que sustituye todo anhelo por un espejismo reservado con suficiente antelación. En realidad, podría considerarse una variante frívola del síndrome de Estocolmo (los síndromes son reveladoramente urbanos), pues el paciente es secuestrado y sugestionado por la ilusión de un lugar y, cuando la realidad lo libera, añora las bondades de aquella. Seguir leyendo: https://www.lanuevacronica.com/opinion/topicos-5-paris-sindrome-estocolmo_180039_102.html?fbclid=IwY2xjawMiWwBleHRuA2FlbQIxMABicmlkETBqZlI4RkxROU1mQVc3NE9kAR7eRPy67meoaE2RNrfgCVNZUyJyvKlCABWNUfDIookZ_yHfIGL3uYUpskaB2Q_aem_7sGx-nl9EThxoFQE6jmS7Q
(Publicado en La Nueva Crónica de León, en una sección de verano titulada "Tópicos", el 03/08/25)
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