Se concibió, casi mediado el siglo XIX, la categoría de monumento
histórico-artístico para señalar aquellos que, según la terminología de
entonces, caracterizaban la nación y sus logros en la materia. También,
lógicamente, para ampararlos, en unos momentos de especial abandono debido a la
desamortización o en apuros propiciados por siglos de actuaciones discutibles o
mero desdén. Por ese motivo, que la Catedral de León sea el primero de ellos,
el número uno de los declarados entonces, no debe tanto llamar a orgullo como a
lo contrario, pues evidencia el estado de ruina inminente y el crítico trance
del principal monumento leonés, cuyas tareas de reparación continúan. Desde aquella,
sucesivas oleadas proteccionistas, en especial la de 1931, se detuvieron en proteger
edificios (se trataba entonces, sobre todo, de arquitectura) cuya situación lo requería
y, al tiempo, personificaban la imagen de un país,según opinión unánime en la práctica. Seguir leyendo: https://www.lanuevacronica.com/disputa-monumental
(Publicado en La Nueva Crónica de León, en una sección titulada "Las razones del polizón", el 12/12/2021)
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