martes, 8 de diciembre de 2020

Tráfico de arte

 



Cada vez que salgo al campo y oigo en la lejanía el balido de las ovejas y el tintineo cacofónico de los cencerros recuerdo los insólitos proyectos de la galería Tráfico de Arte y su aventurado impulsor, Carlos de la Varga. Entonces el mundo era joven porque éramos jóvenes y el arte contemporáneo entusiasmaba de forma laboriosa y dominical, gracias a autobuses de línea con destino en Madrid y más lejos. Lo más moderno aquí eran cuadros de caballete con ecos de vanguardias añosas ya y una generación que se abría paso contra etiquetas de emergentes, noveles o similares vaguedades y condescendencias. Entonces, un tipo grandullón y algo destartalado abrió un tabuco en la embocadura de Serranos con Torres de Omaña, barrio que motejan “romántico”, con cuatro paredes y una trastienda, un diógenes bien llevado y la romántica -aquí sí- intención de sobrevivir a su propia fantasía. Seguir leyendo: https://www.lanuevacronica.com/trafico-de-arte

   (Publicado en La Nueva Crónica de León, en una sección titulada "Las razones del polizón", el 06/12/2020)


 

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