Da para mucha ficción la historia, el gran relato. Pero su narrativa
funciona si lo colectivo se convierte en biografía individual, familiar o de
grupo; con límite de seis, dirían las autoridades sanitarias. Se escoge a los
Buendía o a los Bolkonsky, Rostov y allegados. De siempre fueron los reyes
materia novelesca presta para esas reducciones. La opción rutinaria proviene
del cronicón medieval, surtido de exaltación, ditirambos y heroicos sacrificios
por el bien de súbditos algo majaderos. En esa tradición narrativa un monarca
inmolaría su infancia bajo la tutela del tirano para gestar con sigilo y
desplegar al fin la égida de la democracia sobre la nación agradecida, una
libertad defendida después con uñas y medallas si fuere agredida. Se convertiría
con los años en magnífico legado de intereses patrios ante tirios y troyanos,
mandando incluso callar a bellacos, y acabaría por autoimponerse ostracismo para
labrar una nueva dignidad rectificados errores que nunca, nunca, nunca volverían
a producirse. Esta forma narrativa no ha caducado, la siguen practicando mil
años después los voceros de la identidad territorial o los de la rancidez
política, hijos de un mismo padre putativo regio. Seguir leyendo: https://www.lanuevacronica.com/cronicon-regio-culebron-real
(Publicado en La Nueva Crónica de León, en una sección titulada "Las razones del polizón", el 13/12/2020)
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