Dios ha muerto, afirmaba Nietzsche preguntándose a continuación si seríamos dignos de la grandeza de este hecho. Nunca sabremos si lo somos o no porque en realidad con los dioses se nos da mejor alumbrarlos y morirse se mueren ellos solos y con frecuencia lo hacen sin grandeza ninguna.
Lo que no sucumbe sin embargo es la religión. Las imágenes
de la glorificación previa y post mortem
de Maradona lo reafirman. Los antropólogos y curiosos en general interesados por
el culto a los santos en la Edad Media pueden acudir a los reportajes de estos
días, en ellos está todo: el origen humilde y la sencillez de trato, la
eclosión doméstica, la propagación de su credo a los cuatro vientos, los
acontecimientos míticos y milagrosos, la tentación y el pecado, la contrición y
el perdón, los padecimientos y la muerte, la devoción extrema y el culto a las
reliquias y los símbolos. Y mucho más. La vida de un santo se contempla
acríticamente: nada importa su pasado errático, drogadicto, supuestamente
maltratador, sus desvaríos políticos, su grotesco crepúsculo en banquillos y
palcos... El fulgor de sus prodigios alcanzó a fieles y agnósticos, su sombra
rechoncha cubrió toda falta. Lo dijo Guardiola: no importa qué hizo con su vida
sino lo que hizo en las nuestras. La definición de la santidad. Seguir leyendo: https://www.lanuevacronica.com/muere-dios-cada-dia
(Publicado en La Nueva Crónica de León, en una sección titulada "Las razones del polizón", el 29/11/2020)
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