lunes, 22 de mayo de 2017

Legal



Lo que se llamaba “monumento” se denomina en la legislación española Bien de Interés Cultural (BIC). Es la máxima categoría de protección de un lugar, un edificio, un objeto, una costumbre... Con arreglo a la ley, un BIC es prácticamente intocable y no debe ser alterado, salvo para conservarlo. Su protección se encomienda a los poderes públicos y su propiedad ofrece la peculiaridad de que una parte (la que refrenda sus valores culturales) es “patrimonio” colectivo. Los derechos del poseedor están limitados porque nos pertenece a todos. Entre ese tipo de bienes, los de naturaleza arqueológica aún son más especiales, pues se protegen incluso antes de ser conocidos, suponiéndose su existencia en función de evidencias razonables que, una vez comprobadas, corroboren la protección. Si no se constatasen, cabría reconsiderar el amparo legal, revocarlo.
El sitio arqueológico de Lancia, solar de una ciudad astur y romana, fue declarado Bien de Interés Cultural en 1994. En esa declaración, los indicios acerca de su extensión (excavada en una ínfima parte) provocaron una delimitación concreta. Diez años después, una autovía que ha de comunicar León y Valladolid se trazó atravesando el terreno protegido por esa máxima categoría legal, supuestamente intocable. Aun así, el proyecto fue aprobado. Se excavó el terreno, para comprobar si la hipótesis acerca de la extensión del yacimiento era correcta. Y en efecto, lo era: el Bien de Interés Cultural confirmó su dimensión. Sin embargo, la autovía no varió su itinerario por el amplio valle que cruza en esa zona. Hubo polémica. Y crisis económica. Las obras se pararon. Siete años después, las máquinas taladran pilotes en ese Bien de Interés Cultural para hacer pasar la autovía por encima. Lancia no es la Catedral, obviamente, pero a efectos legales (y conceptuales) sí lo es, ambas tienen el mismo amparo, idéntico valor y consideración. ¿Se imaginan? Las máquinas también taladran la Plaza del Grano. Dicen que todo es legal.
(Publicado el 20/5/2017 en La Nueva Crónica de León: http://www.lanuevacronica.com/legal )

domingo, 14 de mayo de 2017

Referéndum



Votar resulta cómodo, molón y hasta democrático. Quizás por ello, esta temporada se está poniendo de moda como solución para todo aquello que no sabemos cómo solucionar. Votamos y ya está. Algo así como ir de rebajas cuando se está de bajonazo: compramos una prenda bonita, agradable, llamativa y ale hop, día perfecto. El problema viene después, cuando hay que ponérselo. Que igual no nos sienta como nos vimos en el probador, con la emoción del momento, o lo mismo no encontramos ocasión para llevarlo. O, simplemente, nos decepciona pero ya le hemos quitado la etiqueta. Se ha puesto tan de moda votar que hasta los sindicatos, antaño empeñados en la justicia social, ahora se enredan en la justicia territorial, discriminando implícitamente trabajadores de aquí y de allá (muy de aquí y muy poco de allá, además). El agravio comparativo une tanto como separa.
Enseguida queremos irnos de los sitios que no nos gustan. Cataluña es una nación, lo que no implica que abandonen el proyecto de país que compartimos desde hace tanto, solo porque últimamente no les guste la deriva que tiene. A mí tampoco, pero ya no puedo irme más. León no es Castilla, eso también es evidente, pero ¿significa eso que apartados las cosas irían mejor? Hay un efecto dominó que todos entendemos, y que llevaría a los zaheridos por el “centralismo pucelano” a escapar de su mala sombra, empezando por los pueblos de la propia provincia de Valladolid y concluyendo por Soria, que también existe. Ahora bien, si vamos a comprar ese vestido, ¿cuándo y cómo lo pondremos? O sea, si votamos irnos, ¿quién y cómo nos gobernará? Si van a ser los mismos partidos que ganan elección tras elección y son responsables precisamente de esta situación y de no haber decidido esto antes; si van a ser los mismos tipos de aquí, con sus bisagras bien engrasadas ante el poder del centro que sea, si va a ser un vestido como los que tenemos ya en el armario, mejor paso de rebajas y doy un garbeo para espantar la pava.
(Publicado en La Nueva Crónica de Léon, el 13/5/2017:http://www.lanuevacronica.com/referendum-4 )

domingo, 7 de mayo de 2017

Discurso



 
El plagio dice mucho del plagiario, pero también del plagiado y del texto. En las pasadas presidenciales norteamericanas, Melania Trump fusiló un discurso de Michelle Obama. En las presentes presidenciales francesas, la candidata fascista Marine Le Pen ha hecho lo propio con parte de una arenga del gaullista Fillon. Más allá de las intenciones e intereses políticos concretos (a saber: apropiarse del prestigio individual o del espacio político, respectivamente), ese cambalache de discursos revela la vaguedad que habitamos en el terreno de las ideas que se nos ofrecen, la carencia de identidad narrativa, la intrascendencia del relato político explícito. La pérdida de capacidad de persuasión de la palabra discursiva, víctima de un descrédito sin precedentes, se fragua tanto en el bochorno del embuste como en la imprecisión lingüística.
Hemos visto a Rodrigo Rato como azote de la evasión fiscal cuando era ministro, a Pujol despotricar contra la perfidia del Estado como genius loci del catalanismo, a Aguirre destapar la Gürtel, a Rajoy luchar contra la corrupción… Hemos visto cosas que no creeríais, dijo Nexus-6. Y las hemos oído. Por ese motivo no nos hacen mella y da igual Melania que Michelle. Los discursos están amortizados; agotadas las palabras. Cierta tradición oral de la política da sus últimos estertores y es saqueada por cualquiera para su escarnio en la era de la furia maximalista del tweet. La mentira ya no forma parte de la verdad, como creyó Talleyrand; la mentira forma la verdad.
Y aunque -último escalón de esa mengua- ello propicie fugaces triunfos de expresiones cuarteleras o pedestres (Rafael Hernando, Iglesias, Rufián…) sin más recorrido que un par de telediarios, hay quien pretende llamar a las cosas por su nombre. Demasiado tiempo sin hacerlo. Quizás no gusten palabras como casta o trama, pero cuando se refieren a castas y a tramas es lo apropiado. Solo la exactitud puede devolver al discurso sus virtudes de explicación y convicción.
(Publicado en La Nueva Crónica de León, el 6/5/2017: http://www.lanuevacronica.com/discurso)

miércoles, 3 de mayo de 2017

Aceras



 
Cuando ya no importe. En ese inútil momento tendemos a arreglar los problemas o lamentarnos de nuestra falta de comprensión o reacción ante ellos; entonces es cuando procuramos enmendarnos, cuando ya no importa. Pero ya no importa, ya no hay remedio. Que se lo digan a Galileo, a Wilde, a Turing, a tantos… O acaso aplíquenlo a esas fotos urbanas antiguas que tanto nos gusta escudriñar y en las que tanto lamento baldío vertemos, que solo sirven para decorar bares típicos y algún mustio libro de estampitas y cartoné.
Así, cuando el de este alcalde y sus concejales apenas sean parte de un mero listado de nombres en una retahíla de pretendidos próceres desprovista de otra personalidad que no sea algún cuadro mediocre o mediocres fotos de actos oficiales iguales a otros actos oficiales; cuando sus acciones y méritos sean borrosas salvo para algún cronista local con ínfulas de saberlo todo de tan misérrima porción de la historia, cuando ya no importe… Se recordará que hubo un gobierno de esta ciudad que acabó con uno de sus últimos rasgos de autenticidad, que liquidó, con métodos ramplones y rutinarios, uno de los rasgos postreros que hacía de León un lugar distinto. Como aquel barrio de Santa Ana, como la plaza e iglesia de San Salvador del Nido o la Puerta del Obispo, tanto solar desventrado y edificación vulgar, tanta mediana y medianería…
Sin pretenderlo, algunos leoneses prestaron sus lápidas mortuorias para que otros caminaran por ciertos rincones especiales de su ciudad. Las orillas únicas, artesanales e insustituibles de la plaza del Grano están siendo reventadas con martillos neumáticos para cambiarlas por el anodino estándar al uso en los nuevos cascos históricos. Por eso, cuando el tiempo haya borrado el recuerdo de los responsables y solo quede de ellos una memoria acartonada y pretenciosa, equiparable a tantas otras, las consecuencias de sus decisiones aún los retratarán. Y la ciudad hablará de ellos. Y de todos nosotros. Cuando ya no importe.
(Publicado en La Nueva Crónica de León, el 4/5/2017)

lunes, 1 de mayo de 2017

Trastos



El problema de las buenas ideas consiste en qué hacer con ellas cuando dejan de serlo, cuando ya no sirven. No existen consejos de administración donde regalarles una dorada jubilación para que no incordien. Es más, nos empeñamos en mantenerlas en activo con argumentos tan inservibles como la tradición (todo es tradicional, desde las matanzas a la estulticia) o el sentimiento (todo es sentimental, desde… ya saben). Como ocurre con los trastos, se convierten en un estorbo o se usan como remiendo ocasional.
A falta de nombre mejor, a una podríamos llamarla confesionalismo. Un credo oficial y los consiguientes alardes públicos de la fe religiosa sostuvieron sociedades y reinados omnímodos durante la Edad Media y mucho más tiempo. Pasado su momento, sin embargo, en cuanto las creencias de uno dejan de ser un asunto particular e íntimo, no hacen más que causar problemas, a veces de calado planetario. Cuanto menos cancha se da a su expresión, más inocuas y tolerables se tornan. Por ejemplo, en la semana santa los problemas de tráfico y de intransigencia colectiva caducan pronto, porque en definitiva se trata de una exaltación postiza, de quita y pon, apta para mejorar la caja de resultados de la principal industria local y hacerse fotos. Tanto la profusión como la insistencia delatan su carácter terminal.
Algo parecido sucede con el nacionalismo, otra criatura rancia. Durante siglo y medio sirvió fiel y útilmente a los intereses de nuevos Estados, sus gerifaltes y algún poeta arrebatado. Después ha tendido a convertirse en un terrible monstruo, un monstruito ridículo o un mero lastre: un juguete peligroso casi siempre. En este caso una terquedad obtusa suele delatar ocultas y ladinas intenciones y también aquí los pleonasmos revelan su agotamiento como idea digna de atención. Inflamados de fe en algún dios verdadero o de exaltación por alguna bandera legítima, nos comportamos como un mono con dos hachas y las agitamos contra todo lo que se mueve alrededor.
(Publicado en La Nueva Crónica de León, el 29/4/2017: http://www.lanuevacronica.com/trastos)