miércoles, 3 de mayo de 2017

Aceras



 
Cuando ya no importe. En ese inútil momento tendemos a arreglar los problemas o lamentarnos de nuestra falta de comprensión o reacción ante ellos; entonces es cuando procuramos enmendarnos, cuando ya no importa. Pero ya no importa, ya no hay remedio. Que se lo digan a Galileo, a Wilde, a Turing, a tantos… O acaso aplíquenlo a esas fotos urbanas antiguas que tanto nos gusta escudriñar y en las que tanto lamento baldío vertemos, que solo sirven para decorar bares típicos y algún mustio libro de estampitas y cartoné.
Así, cuando el de este alcalde y sus concejales apenas sean parte de un mero listado de nombres en una retahíla de pretendidos próceres desprovista de otra personalidad que no sea algún cuadro mediocre o mediocres fotos de actos oficiales iguales a otros actos oficiales; cuando sus acciones y méritos sean borrosas salvo para algún cronista local con ínfulas de saberlo todo de tan misérrima porción de la historia, cuando ya no importe… Se recordará que hubo un gobierno de esta ciudad que acabó con uno de sus últimos rasgos de autenticidad, que liquidó, con métodos ramplones y rutinarios, uno de los rasgos postreros que hacía de León un lugar distinto. Como aquel barrio de Santa Ana, como la plaza e iglesia de San Salvador del Nido o la Puerta del Obispo, tanto solar desventrado y edificación vulgar, tanta mediana y medianería…
Sin pretenderlo, algunos leoneses prestaron sus lápidas mortuorias para que otros caminaran por ciertos rincones especiales de su ciudad. Las orillas únicas, artesanales e insustituibles de la plaza del Grano están siendo reventadas con martillos neumáticos para cambiarlas por el anodino estándar al uso en los nuevos cascos históricos. Por eso, cuando el tiempo haya borrado el recuerdo de los responsables y solo quede de ellos una memoria acartonada y pretenciosa, equiparable a tantas otras, las consecuencias de sus decisiones aún los retratarán. Y la ciudad hablará de ellos. Y de todos nosotros. Cuando ya no importe.
(Publicado en La Nueva Crónica de León, el 4/5/2017)

lunes, 1 de mayo de 2017

Trastos



El problema de las buenas ideas consiste en qué hacer con ellas cuando dejan de serlo, cuando ya no sirven. No existen consejos de administración donde regalarles una dorada jubilación para que no incordien. Es más, nos empeñamos en mantenerlas en activo con argumentos tan inservibles como la tradición (todo es tradicional, desde las matanzas a la estulticia) o el sentimiento (todo es sentimental, desde… ya saben). Como ocurre con los trastos, se convierten en un estorbo o se usan como remiendo ocasional.
A falta de nombre mejor, a una podríamos llamarla confesionalismo. Un credo oficial y los consiguientes alardes públicos de la fe religiosa sostuvieron sociedades y reinados omnímodos durante la Edad Media y mucho más tiempo. Pasado su momento, sin embargo, en cuanto las creencias de uno dejan de ser un asunto particular e íntimo, no hacen más que causar problemas, a veces de calado planetario. Cuanto menos cancha se da a su expresión, más inocuas y tolerables se tornan. Por ejemplo, en la semana santa los problemas de tráfico y de intransigencia colectiva caducan pronto, porque en definitiva se trata de una exaltación postiza, de quita y pon, apta para mejorar la caja de resultados de la principal industria local y hacerse fotos. Tanto la profusión como la insistencia delatan su carácter terminal.
Algo parecido sucede con el nacionalismo, otra criatura rancia. Durante siglo y medio sirvió fiel y útilmente a los intereses de nuevos Estados, sus gerifaltes y algún poeta arrebatado. Después ha tendido a convertirse en un terrible monstruo, un monstruito ridículo o un mero lastre: un juguete peligroso casi siempre. En este caso una terquedad obtusa suele delatar ocultas y ladinas intenciones y también aquí los pleonasmos revelan su agotamiento como idea digna de atención. Inflamados de fe en algún dios verdadero o de exaltación por alguna bandera legítima, nos comportamos como un mono con dos hachas y las agitamos contra todo lo que se mueve alrededor.
(Publicado en La Nueva Crónica de León, el 29/4/2017: http://www.lanuevacronica.com/trastos)

domingo, 23 de abril de 2017

Prematuro



Tal vez por influencia de las competiciones deportivas, se sobrevalora llegar el primero (que se lo digan a Fernando Alonso). De hecho, casi siempre abrir un melón, estrenar senda, cuesta el doble: o no compensa o no se acierta. Con frecuencia el resultado es mejorable, chapucero, efímero. Pioneros, primogénitos y primicias saben de estos azogues, frustraciones y trajines. Lo primero no es lo mejor casi nunca: el primer amor suele resultar enternecedor, pero no categórico; el primer cigarrillo aturde y da tos; la primera comunión suele ser la última… Hasta el virgo se pierde, sin más. La prematuridad defrauda o desalienta.
Y sin embargo, nos empeñamos en que lo primero es tan trascendental como un alumbramiento, cuando las más de las veces tan solo se trata de una casualidad. Eso sucede con el asunto del parlamentarismo, que ha puesto a León en la nómina de las ciudades que presumen de algo imposible de esclarecer y, por consiguiente, tremendamente fácil de manosear y exaltar hasta una saciedad acrítica y libre de bochornos. Cada vez que se menciona, toca cabrearse como si nos tocaran el virgo.
A propósito del reciente atentado en Westminster, algunos periódicos tildaban ese parlamento como el primero del mundo. Después, Puigdemont también anduvo pisando lo fregao, provocando la justa ira de leoneses con su alcalde al frente, y, supongo, la de algunos islandeses, entre otros pueblos llamados a reivindicar lo que se adjudican desde griegos antiguos a franceses modernos, etc. El parlamentarismo medieval se parece al de las revoluciones burguesas como las Autonomías a los reinos medievales. Algo menos incluso. Y aun sabiéndolo, derrochamos energía en vindicar antelación, y no primacía, en querer ser primeros y no mejores, en otorgar al peso de la historia una gravidez que no conserva a no ser que mantenga actualizado un sentido histórico, que sus valores continúen presentes. Ya lo decían Faemino y Cansado: campeón lo es cualquiera, pero subcampeón… 
(Publicado en La Nueva Crónica de León, el 22/4/2017: http://www.lanuevacronica.com/prematuro)

martes, 11 de abril de 2017

Filantropía



 
El calendario depara coincidencias. Hace un par de años (el 11 de abril de 2015) escribía aquí mismo esto: “…la Fundación Antonino y Cinia, en Cerezales del Condado… con tanta discreción como constancia, en ese pueblecito de León se congregan gentes llegadas de muchos sitios cada vez que se convoca uno de sus pródigos y excelentes actos culturales. Una exposición original y sutil traída de lugares distintos y distantes, una charla de primer nivel trasplantada a lares tan modestos que se abarrota de atentos oyentes, una excursión campestre y pedagógica, un teatrillo de títeres rodeado de jolgorio infantil, una audición musical vibrante que conquista las iglesias de alrededor, descubierta su condición de salas de concierto de forma tan natural como infrecuente... Pero eso no es todo… un empeño mayor la encamina ahora hacia un centro cultural espacioso, prudentemente capaz de casi cualquier cosa, que se edifica entre los árboles (ninguno de ellos ha caído bajo el hacha...) para albergar ese entusiasmo y más que vendrá. Seguro. Un centro en el que cada forma, cada detalle y cada metro cuadrado están meditados y ceñidos a un rigor intelectual digno de tal empeño. Saben lo que quieren. Porque el envite de la Fundación que tiene su solar natal en este rincón del Condado no ha sido, ni es, contar con un lugar epatante o desmedido para ver si luego se rellena con lo que sea, sino construir contenidos, expectaciones, participación, dar un sentido a las cosas y, después, levantar un lugar para albergarlas. Enhorabuena. Les deseo lo mejor, pues también será lo mejor para todos. Han construido empezando por los fundamentos.”
Mañana abren esa nueva sede. Lo que hacen y ofrecen es desinteresado y valioso. Tienen dinero, como recuerdan con tono suspicaz o sensacionalista algunos periódicos cuando pretenden dilucidar su “misterio”. Pero no solo tienen posibles, también lo hacen posible. Mañana alumbran otro milagro. Enhorabuena, una vez más. Y muchísimas gracias.
(Publicado en La Nueva Crónica de Léon, el 8/4/2017. Foto: Tino Rivero)
 http://www.lanuevacronica.com/filantropia

domingo, 2 de abril de 2017

Diferido



 
No se tratará, otra vez, de finiquitos diferidos, aquel soliloquio marxista donde los haya (Marx bros. claro), sino de la vida en diferido. El deporte nos ofrece la pauta. En el tenis, que no tiene apremios de reloj ni contacto físico y cuyas efusiones se limitan a gemidos y algún raquetazo al suelo, se llama “ojo de halcón”, con un punto gallardo digno de Fred Perry y los Flushing Meadows por donde vagaba Gatsby. En justa reciprocidad lingüística, la utilización de medios electrónicos para dilucidar las jugadas polémicas en el fútbol se llama VAR. Los lances futboleros siempre se han interpretado en ese lugar.
Una tendencia de moda en nuestras vidas pretende conferirles marcha atrás. Whatsapp comienza a propiciar ese reajuste: de momento otorga dos minutos para borrar esos mensajes ridículos que un ímpetu fugaz redacta sin pasar por el filtro. Gmail o Facebook trabajan en ello. La vida es impelida a proporcionar pausas para la rectificación, retractaciones a la carta (salvo que hagas un chiste sobre el lacayo de un tirano).
Pero sigamos: pidamos más, vayamos más allá. Por qué no una rectificación a posteriori de las decisiones, un arbitraje en diferido que evite los errores primeros. Queremos un VAR (y bares) fuera de los estadios. Considérenlo. ¿Para qué pensar las cosas antes pudiendo cambiarlas después? Mucho beneficiaría un rebobinado, una moviola con capacidad resolutiva, como la del deporte o las redes sociales. Que sale Trump y le vemos el plumero, pongamos durante un par de meses (el plazo ha de ser proporcional respecto a un partido de fútbol), pues se rearbitra y se rectifica: fuera de juego. Que el Brexit no era lo que esperábamos: pues un Brentry. Que metemos la pata hasta el corvejón, pues se solicita arbitraje diferido. No haría falta reflexión, ni hacerse responsable de nada. “Yo no lo hice” sería sustituido por “ya lo deshice”. El futuro sería un pasado mejor. En el fondo Cospedal fue profética: en diferido, el finiquito mola más.
(Publicado el 1/4/2017 en La Nueva Crónica de Léon: http://www.lanuevacronica.com/diferido)