lunes, 1 de septiembre de 2025

Tópicos 9: León: última estación

 


Hablamos de una ciudad que recibe al viajero con equívoca acogida: si no te gusta León, etcétera. Bienvenida digna del posterior arqueo de pernoctaciones. Ilustra el dicho un paisano que prefiere acuchillen a su hijo con la cubertería familiar. Los tópicos son así, absurdos, y cualquier curiosidad por ridícula o vulgar que sea merece la atención de tropeles con tal de usar la cámara del teléfono para descubrir una loseta partida con la forma del mapa de Estonia. En esto nuestro tiempo no se distingue de otros. En el medioevo, momento que tanto complace a munícipes y gentes proclives al disfraz ceremonial, el personal viajaba penosa y largamente para postrarse ante rótulas y padrastros de dedo amputados e imputados a cualquier nombre precedido de “san”. En época menos reciente se hacían viajes para tomar aguas cuyas virtudes no superaban las del manantial vecino. En días más nuestros ocurre más o menos lo mismo con la apetencia de quemazones y alcoholes de menor importe. El caso es zascandilear. Seguir leyendo: https://www.lanuevacronica.com/opinion/leon-ultima-estacion_181437_102.html?fbclid=IwY2xjawMiXLNleHRuA2FlbQIxMABicmlkETBqZlI4RkxROU1mQVc3NE9kAR7gTykPIObmtyOtHvDPyTnICJ3GCmcJkprC2oIrWKIXdpdws4B5L7zCQ-5zzw_aem_6Xbot133ZQMzcwp_IkHjLA

                   (Publicado en La Nueva Crónica de León, en una sección de verano titulada "Tópicos", el 31/08/25)

Tópicos 8: Venecia: las tablas del agua

 


En un repertorio de tópicos Venecia personifica el triunfo de la puesta en escena. Todo en ella es fachada y panorámica; fachadas y panorámicas deslumbrantes, con siglos de experiencia. Como en toda escenografía, detrás o en el detalle anidan los desconchones, el salitre, la inmundicia, la fetidez, la ruina. La decrepitud mantiene su encanto si se observa con distancia, desde fuera, ocasional y forasteramente. Porque Venecia es la ciudad del forastero por antonomasia. Antes que Venecia desaparecerán los venecianos.

Como tal escenario ha servido para la boda de uno de los nuevos señores del mundo y una presentadora neumática con su séquito de apariencias y vanidades tal como antes hacía con las ceremonias del dogo de la Serenísima y sus pomposos consejeros: tan versada es en mascaradas. El tiempo no ha cambiado en absoluto esa ocupación, solo ha hecho que su decadencia se convierta en una seña de identidad aristocrática. Venecia se hunde, pero lo hace a un tempo mayestático y el acqua alta ha adquirido la gracia folclórica de los tablones elevados y las botas de pescar. Incluso el proyecto Moisés que cerrará la laguna a las mareas bravas no deja de ser una fastuosa (y carísima) farsa cuando todo el mundo sabe que la ciudad naufraga a causa del trasiego de buques de gran calado, acarreen turistas a San Marcos o porquerías al puerto de Marghera. Seguir leyendo: https://www.lanuevacronica.com/opinion/venecia-tablas-agua_181102_102.html?fbclid=IwY2xjawMiXGxleHRuA2FlbQIxMABicmlkETBqZlI4RkxROU1mQVc3NE9kAR5XwlP-Ycx7ObBXwUCD60X4syINzqELY3IVtM5y5ig6JlhfNRbUfzbNvL7X8g_aem_fAH_SE0ArQrEwNBq8LI4XQ

                                     (Publicado en La Nueva Crónica de León, en una sección de verano titulada "Tópicos", el 24/08/25)

Tópicos 7: Lisboa: nunca la tierra es segura

 


Lisboa, 1 de noviembre de 1755, nueve y media de la mañana. Iglesias abarrotadas y gente en la calle por los Santos, fiesta de guardar. Un temblor espantoso, primero, y, pocos minutos más tarde, un sunami apocalíptico recorren la ciudad arrasándolo todo con la aterradora indiferencia de los cataclismos. Incalculables incendios acaban por carbonizar lo poco que queda en pie. Los muertos se confunden entre las angustias de los heridos. La capital de Portugal y sus habitantes casi desaparecen de la faz de la tierra. Esta catástrofe, cuyos efectos se dejan sentir en Europa y África (numerosos edificios se resquebrajan o caen), cambiará para siempre Lisboa y hará que, cuando hoy se visita, conozcamos sobre todo la ciudad que nació de aquella devastación.

Dos edificios resumen lo sucedido, dos lugares con destino diverso que explican el tópico que encarna esa hermosa ciudad. A la orilla del espléndido estuario, más expuesto y más frágil en apariencia, el Monasterio real de los jerónimos de Belém sigue, hoy día, alzando ilesos sus gráciles estípites al cielo de crucería que se extiende como un palio a más de treinta metros sobre nuestras cabezas. Todo parecía destinado a derrumbarse al mínimo capirotazo. No fue así. Nadie sabe bien por qué, quizás el capricho de la inmensa ola, pero la grácil fábrica manuelina sobrevivió. Tal vez se haya tenido en cuenta esa resistencia insólita a la hora de destinar el claustro a panteón de portugueses afamados, aunque Fernando Pessoa fuera inicialmente enterrado en lugar de nombre más prometedor: el Cementerio de los placeres. Seguir leyendo: https://www.lanuevacronica.com/opinion/lisboa-nunca-tierra-es-segura_180732_102.html?fbclid=IwY2xjawMiW_pleHRuA2FlbQIxMABicmlkETBqZlI4RkxROU1mQVc3NE9kAR4AHtYEFkVYgMRasBWFmftPL2nimYZhDfLfImrLFwNgTd-GMuHcqqoQDfmgcw_aem_EGc-w8IatsKYBWMZ1ifOPQ

                   (Publicado en La Nueva Crónica de León, en una sección de verano titulada "Tópicos", el 17/08/25)