Arrecia el estío y, con él, regresan los seriales
periodísticos de ligera y chispeante enjundia. Tinto de verano. Esta canícula
desverbenada sin evasiva al extranjero obliga a frecuentar horizontes trillados:
turismo de interior y de tripas corazón. Recorramos, oh, lector indulgente, maravillas
leonesas de un mundo encogido pero no menos empachado. Siete o las que hagan
falta.
- Obligado empezar por la
Pulchra leonina, cofre de cristal, arquitectura de aire…
- Si sigues con los tópicos me desmenuzo. Hartita me tenéis
de tanta lisonja, por la pinta de mística me creéis cursi. Señor, arruíname
pronto. Y venga con la pulcritud que, aunque diz hermosura, se entiende aseo y,
salvo la patena con el pañito, no acumulo sino polvo y palomina. Mucho latinajo
queda de pena, que me lo digan a mí, con el que he tragado. Y lo que es
leonesa… Me levantó un arquitecto francés, según patrones franceses y soy
historia de la arquitectura… francesa, maqueta exportada y pelín blandengue. Los
gabachos, se sabe, exportan todo menos la grandeur,
que no cabe fuera de París. Me revivió un madrileño de familia célebre al
que echaron los cabildeos de costumbre para que el mérito lo cobrara un
cordobés menudo y asotanado, demetrio y medio de mote. Seguir leyendo: https://www.lanuevacronica.com/conversaciones-con-la-catedral
(Publicado en La Nueva Crónica de León, en una sección de verano titulada "Las siete maravillas del mundo leonés", el 05/07/2020)
No hay comentarios:
Publicar un comentario