Antaño lo definió en su incisivo estilo y con todo detalle
el profesor de la Universidad de Pontchartrain, doctor TheloniusGillespie, en
su clásico opúsculo en ochenta volúmenes “De todo un poco (y todo por
fastidiar)”: el nuevo hombre, el nuevo líder ha de ser el macho delta,
sustituto inopinado pero inevitable del macho alfa en las sociedades humanas
evolucionadas. En su día tales aseveraciones le valieron la reprobación de la
comunidad científica, empeñada, claro está, en la preservación del orden
establecido, en este caso del orden alfabético, que además esel único orden
arbitrario no cuestionado por ningún movimiento estudiantil. Pero el doctor
Gillespietenía razón, y la realidad ha acabado por otorgársela. Tras el fracaso
histórico y civilizador del alfa, con su empacho de testosterona y su liderazgo
pertinaz, al macho beta le pasó lo que al vídeo epónimo: ars longa, vita brevis. El beta tenía un destino, convertirse en
alfa, ypor ello su extinción resultasegura.
El macho gamma, por su lado, se vuelve verde esmeralda a la
mínima contrariedad, y desgarra mucha ropa: su futuro esromper cosas. Entramos,
pues, en la era del delta: la apoteosis delmediocre, un personaje majadero en
general y metepatas en particular cuyas crípticas expresiones devienen dignas
de exégesis; un ser inane que acciona los mecanismos del apocalipsis sin
querer: un Homer de carne y hueso. La consagración de la medianía. Varios casos
en activo harían las mieles de don Thelonius (David Cameron, Mariano Rajoy...)
Hasta el mismo Iglesias, de tanto hacerse ora el alfa ora el gamma pretende
ahora parecer más delta que nadie (camaleón él, seguro que leyó la obra del
sabio de Luisiana…).
Nota: hablamos de “machos” como noción etológica, por
supuesto. Aunque el docto TG habitó una época a la medida del cardenal
Cañizares, sus teoremas salvan las discriminaciones de género. Susana Díaz (por
poner un caso) podría ser un beta de libro sino fuera porque es un alfa de
manual.
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