Pedir el voto
conduce al ridículo o al disparate. Gente que aborrece a los niños los besuquea
sin pudor, se deja fotografiar con personal al que desdeña en lo más íntimo (lo
notaremos en cuanto pase este rato) o realiza actividades a las que su cuerpo,
su mente o ambos renunciaron hace años o para las que nunca tuvieron
consideración (montar en bici a lo Verano azul, por ejemplo). Profieren simplezas
y corren como pollo sin cabeza gritándonos a todos, como queriéndonos abroncar
por algo que han hecho ellos. Aunque... quizás tengan razón: la culpa de que lo
perpetraran debe de ser nuestra. El espectáculo es chusco y, a veces, cómico,
pero sólo porque este ratito simulan estar a nuestra merced.
Y cada campaña
se resume en una acción predominante, un verbo que condensa y sentencia. El
candidato de Ciudadanos, por empezar
por el más joven, divaga. Hace gala de su bisoñez y una alarmante logorrea proponiendo
ocurrencias a destajo, a cual más grotesca, en un intento por mantener tensión en
sus expectativas, no sea que se desinflen en cuanto descubramos que es Milli
Vanilli. Podemos titubea. Hace
equilibrios entre la versión que asusta a los de siempre y da cuartelillo a
Inda (Marhuenda se da cuerda solo) y una que deja indiferentes a los que están
hartos de los de siempre. En el socialismo, se avergüenzan. Sánchez se esconde
de Zapatero como si quemase y Susana
Díaz se esconde de Sánchez por si se quema. Demasiado caloret faller para tan poco fuego. Los
peperos, por su parte, cuando bajan de la bici, mienten. Y de tanto repetir
falsedades pretenden credibilidad, como si el votante tuviera la misma memoria
que Dory, la pez que buscaba a Nemo. Como si hubieran gobernado otros, gente
que no son ellos. Esperanza Aguirre, según dice, siempre ha estado en la
oposición; y Herrera, tan espontáneo, sólo pasaba por aquí... Izquierda Unida sigue
perdida en su archipiélago gulag particular y de UPyD, como de Gurb, no hay
noticias. En resumen, la risa.
De momento.
(Publicado en La Nueva Crónica de León el 16/5/2015)
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