Virgilio describió cómo un
“regalo de los griegos” puede ser una artimaña temible, tanto que resulte
determinante para resolver un largo enfrentamiento. Pero ese era el punto de
vista de sus enemigos, de los romanos, legatarios de Troya. Para los propios griegos,
europeos por linaje y antonomasia, el regalo del caballo de Troya propiciaba la
victoria, pues en él se ocultaron los guerreros destinados a abrir las puertas
de aquella fortaleza inexpugnada tras décadas de asedio. El destinatario del
obsequio, en definitiva, fueron los propios griegos.
El nuevo gobierno heleno, pese a
sus llamativos errores iniciales (ausencia de mujeres, pacto con la derecha
para lograr mayoría) pretende ser un regalo para un gran ejército de europeos,
una enorme legión del nuevo precariado
que, en número creciente, acampa a las puertas de la amurallada ciudadela en la
que defienden sus privilegios un puñado de oligarcas. El matonismo de la señora Merkel, los
chantajes de la llamada troika
(¿quién les otorgó el poder? ¿qué intereses defienden? ¿de dónde sale el dinero
que tan alegremente reparten y hoscamente reclaman? ¿qué hacen con él?), la
impunidad de gestores y ejecutores de la crisis… ante todas esas insidiosas
amenazas y contra el rapto de una princesa griega llamada democracia, el
gobierno de Syriza se alza como un caballo de madera en medio del patio de
armas, destinado a abrir las puertas a una Europa distinta; justo aquella que
nos dijeron que iban a construir antes de que nos diéramos cuenta de que nos
mentían, de que lo que levantaban era otro baluarte de privilegios que sería
preciso asaltar desde las urnas, desde la calle. El gobierno de Alexis Tsipras y de su
ministro de economía, tan parecido a la estampa de un sagaz Ulises, o si se
prefiere a la de un enérgico profesor de Hogwarts, está llamado a ofrecer
esperanzas a quienes sentimos esta crisis como un inmenso timo, una estafa a
gran escala ante la que sólo cabe una estratagema: un obsequio de los griegos.
(Publicado en La Nueva Crónica de León, el 7/2/2105)
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