Es difícil descubrir qué hace de una obra de arte el fetiche cultural que acaba por arrancarla de cualquier análisis crítico para convertirla en un icono de categoría devocional. Son escasas las obras que han adquirido tal condición y menos aún las que han sobrevivido. La Mona Lisa es tenida por el cuadro más conocido del planeta, aunque no sea la obra preferida de la mayoría ni la mejor de su autor. Es otra cosa. Tal vez sus incógnitas, quizás su biografía, incluido un robo novelesco, y su ubicuo papel en la cultura pop tengan mucho que ver. En cualquier caso, su celebridad ha implosionado en el museo más grande del mundo. Y está abriendo grietas.
Visitar uno de los lugares concebidos para la contemplación de las obras humanas más apreciadas, quizás el primero y más excelso de ellos, se ha convertido en un suplicio: largas colas a la intemperie, una pirámide de cristal antesala de un centro comercial subterráneo (¿presintió Pei esta propensión hacia el mall?), correcalles en las galerías y una sala abarrotada de una muchedumbre ansiosa por testimoniar el instante. Y tienen derecho a ello, por supuesto. A nadie importa el aporte museístico porque este ha saltado en pedazos ante este blockbuster. Pero cuando no es posible contemplar un cuadro expuesto (ni los que están alrededor) algo se está haciendo mal. Y está pasando en algunos de los mejores museos del mundo. Ocurre en la Sixtina, adonde puede llegarse o salir de ella deambulando por salas vacías u otras donde no se mira sino el cartel de la salida. Seguir leyendo: https://www.lanuevacronica.com/opinion/sacad-gioconda-louvre_169702_102.html?fbclid=IwY2xjawINXrtleHRuA2FlbQIxMAABHR-9I-yARig4zsi-gwNIyZ5j62Bgudg-VY6rb7paicPsogKc2WSIh-__rA_aem_Btxg806FoqgprZmixlmAsA
(Publicado en La Nueva Crónica de León, en una sección titulada "Las razones del polizón", el 02/02/25)
No hay comentarios:
Publicar un comentario