Descosía Aurora, la de lindas trenzas, el bruñido día quinceno, cuando hacia el horizonte opuesto se advirtió gran fulgor y sintió gran tufo a chamusquina conducido por dañoso viento hasta las mismas narices.
- ¿Y ahora qué pasa? Ni un día tranquilo, oye, la paz del campo y blablablá.
- Salgo a la calle a ver…
- ¡Ni de broma! Que te das el piro otra vez. Ya voy yo.
Las calles, ocupadas por la enojosa y vil humareda, eran vacías de gentes. Se encamina ella, la mujer, hacia el ágora omphalinesca, plazoleta de craqueladas aceras y vacantes alcorques, de donde llega un rumor que prospera a la par de sus pasos. Allí escucha estas palabras, oh, Musa, más o menos transcritas:
- La culpa es de “los cíclopes soberbios y sin ley, quienes, confiados en los dioses inmortales, no plantan árboles, ni labran los campos, sino que todo les nace sin semilla y sin arada —trigo, cebada y vides, que producen vino de unos grandes racimos— y se lo hace crecer la lluvia enviada por Zeus”
- La culpa es de los lobos, por no dejarlos cazar. Ahora bien, ya te digo yo que a este paso acaban todos churruscados.
- Ni lobos ni paisanos ni nada. Un poco más de lumbre y nos vamos todos al infierno. O nos volvemos ovejas y a pastar en el secarral.
- Igual te crees tú que libramos por volvernos ovejas… Seguir leyendo: https://www.lanuevacronica.com/operacion-visera-6-la-ira-de-polifemo
(Publicado en La Nueva Crónica de León, en una sección titulada "Operación visera (una odisea moderna)", el 7/08/2022)
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