Pese a su condición azarosa en apariencia, la inminencia de una calamidad había sido pronosticada con insistencia por los sabios oficiales. Sin embargo, poco se confía ya en predicciones apocalípticas; tan limitado es su crédito como grande el esfuerzo que requeriría otorgárselo. Hay incluso quienes tachan esa ciencia de superchería, pese a que sus vaticinios se cumplen como maldiciones. Ignorar advertencias ciertas torna el futuro más negro, pero cerrar los ojos se ha convertido en la elección de una muchedumbre creciente. Y el destino de las casandras se conoce bien.
El aviso cierto de este embate no llegó a quienes debía. Y el pueblo, como también es costumbre, lo sufrió: muerte, agonía, destrucción, pérdida, necesidad… Formas distintas de la ira divina y humana se abatieron sobre una tierra inadvertida. Nadie se hizo responsable.
Antes
de la inoportuna visita protocolaria bandas instigadoras y quienes se
beneficiaban del desconcierto que propagan alentaron algaradas en beneficio de sus
sombríos intereses. Como también es común, se aprovecha la justa indignación de
quienes, perdiéndolo todo, no tienen más que perder. Por repetirse la historia
no deja de ser cierta, solo apesadumbra que lo haga sin remedio una y otra vez. Seguir leyendo: https://www.lanuevacronica.com/opinion/visitas-medievales_165428_102.html?fbclid=IwY2xjawGejidleHRuA2FlbQIxMAABHZcV3ZLZTcx2yUh4eF88MyrRBBG12S6hGrvrS_ynCAedvGN9w-iGgZZKRA_aem_7TkHtYzYTpyJG8DAL2DTXg
(Publicado en La Nueva Crónica de León, en una sección titulada "Las razones del polizón", el 10/11/24)