En los estudios de Geografía humana e Historia existía un término, neocolonialismo, que intentaba y permitía comprender muchos de los problemas mundiales. Con él se analizaba un nuevo tipo de colonización que consiste, básicamente, en la prolongación del aprovechamiento de las antiguas colonias bajo la ficción de su emancipación política. El invento disfruta de tremenda eficacia: aquellos países se gobiernan a sí mismos, como habían ambicionado, pero Occidente mantiene su preponderancia e incluso la aumenta, a base de seguir aprovechándose de sus recursos y de los ingresos que generan, mediante empresas, capitales o gobiernos títere llegada la ocasión. De igual manera, ese nuevo modelo de explotación incluye derivar a esos países todo aquel engorro o problema que no querríamos aquí, esto es, fábricas contaminantes, trabajo en régimen de esclavitud, fraude y penurias, etc. Aunque las mercancías resultantes sean destinadas a nuestro consumo, las graves secuelas y abusos que produce fabricarlas son exclusivamente suyos, como su gobierno. El negocio era (y es) perfecto. Seguir leyendo: https://www.lanuevacronica.com/opinion/externalizar_164682_102.html?fbclid=IwY2xjawGMG8FleHRuA2FlbQIxMAABHbyMcHNFckHBF_vZX7lxte4qHwMCHPd2jmaUsvWalXD6-eco0tZNiwUS5A_aem_YDEFpnSugIjlnwbCdAbWDA
(Publicado en La Nueva Crónica de León, en una sección titulada "Las razones del polizón", el 27/10/24)