Existen dos maneras de acabar con la autenticidad de una
costumbre ancestral, de un monumento en el sentido amplio de esa palabra –el lugar concreto donde anida un hecho cultural-:
su banalización y un exceso de celo en su conservación que provoque su
fosilización. A menudo van de la mano y la notoriedad acaba por deteriorar sus
valores originales y llamar la atención de quienes se sienten convocados a
preservarlos, aunque en ocasiones se confunda la materialidad de la cosa con el
sentido que la dio lugar. Ese tipo de monumento es tan frágil como resistente;
sobrevive, pero corre el riesgo de convertirse en su propia caricatura. Seguir leyendo: https://www.lanuevacronica.com/despojamiento
(Publicado en La Nueva Crónica de León, en una sección titulada "Las razones del polizón", el 01/03/2020)
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