Tiene razón la nieta de Franco, de nombre Merry según parece.
Y Hermann Tertsch, energúmeno de guardia del parlamento europeo. Y todos
cuantos han gritado indignados ante el acontecimiento de la semana la misma
palabra ¡profanación! Porque, en efecto, de eso se trata, de una profanación.
Solo que no se hizo este jueves, sino que se lleva perpetrando desde hace cuarenta
y cuatro años. O más.
Acudamos a la cita de autoridad. Según el diccionario de la
Real Academia, profanar consiste en “Deslucir, desdorar, deshonrar, prostituir,
hacer uso indigno de cosas respetables” (segunda acepción). Y así ha sido
durante estas décadas y sigue siendo con los cadáveres de tantos como fueron
enterrados en la basílica de Cuelgamuros (absurdo nombre para camuflar el siniestro
“cuelga moros” original), profanando algo tan respetable como es el derecho de
los difuntos a ser tratados con decoro y el de sus familiares a decidir el
destino de sus cuerpos y a honrarlos. La profanación no ha sido un
acontecimiento puntual -no tiene por qué serlo- sino un hecho mantenido en el
tiempo. Que debe repararse. Seguir leyendo: https://www.lanuevacronica.com/profanacion-constante
(Publicado el 27/10/2019 en La Nueva Crónica de León, en una serie llamada "Las razones del polizón")
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