León, treinta y nueve de fiebre
de dos mil catorce. Los pensamientos tienden a deslizarse bajo un tegumento
oscuro, una marea oleaginosa que cubre aguas invisibles, tan sólo supuestas
bajo ella. Un chapapote que se estrella sin ganas, con un golpeo de azotaina, contra
unos pedruscos indolentes. Unos pedruscos que antes, lo juro, no estaban ahí.
Escribir algo con sentido se antoja titánico, pues ni siquiera se plantean
cosas sencillitas, del tipo levantarse de la cama o así.
Del resto las noticias no son
mejores. Respirar ha adquirido la densidad del vientre de los volcanes justo cuando
se agitan burbujeando sin que nadie, ni ellos, sepa cuándo cesará o reventará
todo. Reventar, o sea, toser. Pero un reventar sin alivio, una detonación
interna que se estampa contra ciertos límites del cuerpo de cuyos recovecos no
tenía conciencia hasta ahora, y quizá la pierda después. Todos ellos se tensan
al unísono en esas ocasiones y ensordecen, golpean, agotan al fin, aunque no lo
parezca si se ve desde fuera, excepto por algún gesto hosco de resignación y puro
daño. Moverse uno se mueve, aunque todo a cámara lenta y en una burbuja, como
si vivir fuera un experimento que, de momento, no sale bien. La espalda pesa
como debió pesarle el mundo al atlante de marras, o, al menos, como si la
gravedad no fuera etérea y se pudiera palpar, cargar encima. Toda ella. Y cada
articulación revela de pronto millones de años de evolución devueltos a su
primigenia incompetencia. Los párpados no se abren del todo, las narinas se ensanchan
a ratos intentando ventilar unos adentros colapsados, el cuerpo se encoge para
resguardarse de no sé qué amenaza compuesta de millones de seres invisibles
pero muy notorios que ya están dentro. Hace calor y hace frío, de repente y sin
motivo. Me abstengo de mencionar otras efusiones; se hacen cargo.
En un resumen algo vago, esa es
la situación. Así que tendrán que conformarse con esto. Lo siento. Es gripe,
dicen. Será. Que sea leve para los del cupo anual.
(Publicado en La Nueva Crónica de León, el 18/1/2014)
¿'Encoge' con jota, Luis? Lo atribuiré al malestar general, fiebre y pérdida del apetito. Yo creo que estás malo. Pero que no se repita. Juá. A mejorarse.
ResponderEliminarDiossss, tanto leer a Juan Ramón es lo que tiene... Aunque gracias al atontamiento general (más del habitual) he descubierto esta acepción, presta al caso, en su mismo diccionario (léase la tercera en especial): ENCOJAR.
ResponderEliminar1. tr. Poner cojo a alguien. U. t. c. prnl.
2. prnl. coloq. Caer enfermo.
3. prnl. coloq. Fingirse enfermo.
Eso sí, para contentar a los cabrones de la Academia y a algún otro amigo que me estará mirando, ya está enmendado. Ay, señor...