Morirse ofrece
notables garantías de reconocimiento. En un futuro más o menos temprano alguien
se fijará en lo buena persona que eras, aunque ahora no le interese lo buena (o
mala) persona que eres. Puede que haya reparado en ello, pero le importa una
higa. Cuando no puedes replicar o cagarla la gente te aprecia un montón. Y más:
una posteridad como es debido adquiere forma broncínea, letras de mármol o
aniversarios de pompa y perorata. Pero así en el cielo como en la tierra al
difunto le importará la citada higa; el negocio está en otra parte.
Cervantes,
caso ejemplar, entrevió o, al menos, jugó con la intuición de su enorme fama
póstuma, cuando don Quijote se ufana de los miles de ejemplares que circulan de
sus aventuras y las lenguas a que será vertido. Sin embargo, el éxito no sacó al
escritor de la miseria que sorprendía a aquella comitiva del embajador francés durante
la visita a su casa, situación justificada miserablemente con argumento tópico:
“si necesidad le ha de obligar a escribir, plega a Dios que nunca tenga
abundancia, para que con sus obras, siendo él pobre, haga rico a todo el mundo”
(citado en la Aprobación de Márquez Torres, Segunda parte). Hoy día, como en
muchos otros lugares, frente a la universidad vallisoletana se alza una gallarda
efigie bien emperifollada que nombra al Manco “vecino de honor” cuando lo fuera
de su cárcel y de un arrabal indigente y deshonroso. De ahí a las ventas y
recuerdos manchegos y universales solo hay siglos de mercadería hortera y cansinos
ditirambos. Seguir leyendo: https://www.lanuevacronica.com/opinion/postrimerias-1-posteridad_185215_102.html?fbclid=IwY2xjawN1PPtleHRuA2FlbQIxMABicmlkETBYcHRrVjl4bEU1VjlIWHJHAR7IJvX02eqRCjZj9xcSU6LOvQSZgqS0xbbT1VV1rVIRAkdERYVskCDxzcY1Lg_aem_1Q42oVihsYba-kbYA5Kz-w
(Publicado en La Nueva Crónica de León, en una sección titulada "Las razones del polizón", el 02/11/25)




